domingo, 29 de octubre de 2023

Iglesia de Guadalupe y Talambo unidos por la historia

SOBRE LA VENTA DE LA HACIENDA TALAMBO DE PARTE DEL CONVENTO DE GUADALUPE A LOS AGUSTINOS DE LIMA PARA TENER FONDOS Y CONSTRUIR LA NUERVA IGLESIA DE GUADALUPE. EN 1801.

Pag. 24, 25

Sobre la base de documentación local, este artículo analiza los conflictos que surgieron, entre los siglos XVI y XVIII, por el control del santuario de Nuestra

Señora de Guadalupe, ubicado en el pueblo de Guadalupe, en la costa norte del Perú, y que tuvieron como actores a la Corona española, al obispado de

Trujillo, a algunos clérigos seculares, a la orden de San Agustín y a la población del lugar.

la Corona no había olvidado su voluntad de controlar a las órdenes religiosas, pues fue justamente en la década de 1770 cuando comenzaron a llevarse adelante las conocidas reformas borbónicas, entre

las que no dejaron de ser importantes las de índole religiosa. Más que resolverse con la promesa de construir una nueva iglesia, el asunto del santuario se había ido dilatando. El problema surgió nuevamente cuando falleció el prior agustino, fray Manuel Prieto, quien contaba con un gran respeto en la región y había logrado mantener el asunto bajo control. Pero

a su muerte, el recientemente nombrado clérigo del curato de Chepén y Guadalupe, Josef Nicolás López de la Barrera, reclamó el manejo de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. El presbítero exigió que le

fueran entregadas ya no la imagen ni tampoco la custodia, sino todos los ornamentos y alhajas del santuario, para lo cual contaba con el apoyo del

35 «Fábrica de iglesias».

36 APG, libro 1 (1750-1840). Se encuentran insertas las referencias a las visitas de 1760

y del 27 de junio de 1771.

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obispado. Los agustinos decidieron enfrentar la situación y apelar ante todo aquel que quisiera escucharlos, pero hasta el mismo virrey Manuel

Amat estableció que no había ningún motivo por el cual Guadalupe no podía pasar al control de López de la Barrera.

De pronto, el conflicto amainó, aunque no sabemos cómo y por qué.

Mientras tanto, el santuario comenzó a resurgir lentamente: si bien siguió dándose espacio a la custodia, la Virgen volvió a ser el elemento central de atención de la feligresía.

Se mejoró la iglesia, pues se construyó un nuevo claustro y se compraron varios cuadros de la escuela quiteña.

Volvió a tener novicios, e incluso en un número mayor que el que hubo en el siglo XVII, etapa de apogeo del santuario: al parecer, llegaron a rondar la centena.

Pero el problema solo se había mantenido latente y resurgió en 1789, cuando el intendente de Trujillo, Fernando Saavedra, intervino directamente en el conflicto y ordenó la entrega del convento. Los agustinos reaccionaron de inmediato y su apelación llegó a la corte, pues, para 1797, se emitió una real cédula en la cual se mandaba construir la nueva iglesia, con el fin de que esta fuera servida por un párroco secular y así el santuario se quedara en manos de la orden. Bajo esta presión, y con «la

misericordia de Dios, pues parecía no poder cubrir ni los gastos ordinarios », se construyó una nueva iglesia en «lo último del pueblo sin casa alguna a la espalda», a 480 varas de donde quedaba la iglesia principal.

Este templo fue inaugurado el 10 de diciembre de 1799.

Desafortunadamente, el derrumbe de su techo, el 13 de marzo del año siguiente, dañó la imagen de la Virgen que allí había sido colocada (y que era copia de aquella que se guardaba en el santuario).37

En esta ocasión, las autoridades no aceptaron demoras: los agustinos tenían que construir una nueva iglesia o perderían el santuario. La orden afrontó la tarea con rapidez.

Si antes se habían demorado en encontrar un terreno adecuado para levantar la iglesia, ahora hallaron uno justo frente a la plaza del mismo convento. Para su construcción, se contó con el maestro mayor de alarifes Evaristo Noriega, quien terminó por

37 «Fábrica de iglesias».

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desarrollar una versión en menor escala de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Los materiales se consiguieron en la localidad: la piedra laja se sacó del cerro de San Josef, y hasta los restos de la primera iglesia sirvieron para los cimientos. La obra total costó 9085 pesos, de los cuales 8500 entregó el padre visitador de la orden a don Vicente Labora, hacendado importante, encargado de tenerlos en depósito y a disposición del obispo. El resto tuvo que cubrirlo el santuario.38

Quizás por este motivo el convento vendió la hacienda de Talambo. Aunque las razones que se adujeron en la solicitud de permiso para vender a las autoridades agustinas de Lima fueron que la hacienda estaba muy venida a menos, sin aperos y con muy poco cultivo, resulta muy suspicaz que la venta se realizara entre 1801 y 1802, precisamente cuando el convento tenía que construir la segunda iglesia.39

Sin embargo, no se puede descartar que la hacienda, efectivamente, le diera poca o ninguna utilidad.

En esta ocasión, la iglesia sí fue construida sólidamente, lo suficiente como para soportar un terremoto acaecido en 1803, cuando aún las

obras estaban en marcha.

El alarife Noriega no se fue del valle mientras se construía la nueva iglesia, y ayudó a reparar otras en Trujillo después del mencionado terremoto. Además, se sabe que diversos artesanos estuvieron trabajando en Guadalupe, como Sebastián Marquina, maestro mayor de plateros, y el pintor Cayetano Ruales. Posiblemente, se encargaron de remozar el santuario o de componer la nueva iglesia.40

Ahora bien, la información de estas dos iglesias se diluye en los archivos y en el tiempo. Ambas estaban ubicadas frente a frente en la plaza mayor y se sabe que en 1804 y 1817 se colocaron dos campanas, pero no se conoce si esto ocurrió en la primera o en la segunda iglesia.

Dichos instrumentos siempre se colocaban para alguna celebración importante, y quizás también la norma se cumplió en 1817: ¿se trató de la entrega de la nueva iglesia?, ¿o de que se hubiera salvado el santuario de caer en

38 Ib.

39 Solo se cuenta con la carta solicitando el permiso: no hay referencias a precios. Sin embargo, más adelante esta propiedad no aparece como parte del convento.

Archivo Arzobispal de Lima. Convento de San Agustín. XVII: 31, 1801.

40 Vargas Ugarte, Ensayo de un diccionario de artífices, pp. 492-493.

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las manos del clero secular y, por lo tanto, del obispado? No lo sabemos, pero lo que sí podemos afirmar es que los problemas no terminaron aquí, sino que continuaron —e incluso se agravaron—: la competencia fue feroz entre las dos iglesias, entre las feligresías de una y otra, y entre los agustinos y las autoridades religiosas.

Fuente: Entre obreros del Señor: conflicto y competencia por el control del

santuario de Nuestra Señora de Guadalupe*

susana aldana rivera

Pontificia Universidad Católica del Perú

saldana@pucp.edu.pe