lunes, 27 de junio de 2022

Batallas de Junín y Ayacucho y Manuel Salcedo

       Siempre me inculcaron acerca del  patriotismo  de mi tatarabuelo Manuel Salcedo Peramás, sobre su participación en las batallas por nuestra independencia, combatiendo al lado de Ilustres como La Mar, Necochea, Miller, Rázuri, Gutiérrez, Olavarría, Calderón y  muchos otros. Ahora producto de las  investigaciones realizadas  visité  la “Sociedad Fundadores de la Independencia” y el “Centro de estudios Históricos militares”, en Lima, en ambos muy bien recibido  al presentarme con un descendiente de un supuesto combatiente (Manuel Salcedo Peramás), y que me permitiesen  fotocopiar, actas o partes militares para corroborar lo de niño escuchado.

En la Sociedad Fundadores, fotocopié  el Parte Oficial  del Ministerio de Guerra que da cuenta de los participantes en las Batallas de Junín y Ayacucho.
En el Centro de estudios militares fotocopié una revista que se editó expresamente para dar a conocer oficialmente los participantes en ambas batallas.
Así mismo aún sin obtener pruebas que corroboren lo escuchado, sobre  si  Manuel Salcedo Peramás, fue uno de  los firmantes del Acta de la Independencia de Lambayeque, sigo en la búsqueda de copia del acta original.
Sociedad Fundadores de la Independencia







Centro de estudios Histórico Militares, Lima










jueves, 23 de junio de 2022

Historias de España. J.Sarmiento. El incidente de Talambo





El Callao (i)

Las relaciones de una metrópoli con sus ex colonias nunca son fáciles, y España no es en ello una excepción. Tenemos los españoles una actitud hacia los países que un día fueron posesiones nuestras entre ligeramente culpable y básicamente pasota. La mayor parte de la gente que conozco, incluso personas de alto nivel cultural, se podría decir que lo desconoce todo de Latinoamérica; todo lo que no sea fútbol, claro.

España se marchó de América Latina muy tarde. Le costó mucho irse y lo hizo, ya digo, con cierto retraso histórico, pues para cuando tiró la toalla de conservar sus colonias, dicha conservación le había costado mucho sudor, muchas lágrimas y muchas pesetas. Tampoco supo, o no quiso, construir un concepto de comunidad, al estilo de la Commonwealth inglesa. Las cosas, a veces, fueron tan mal como para que brillasen las navajas. Hoy quiero hablar de una de esas ocasiones; un momento en el que España y alguna de sus ex colonias se hicieron la guerra. Aunque esta guerra es muy nuestra, muy hispana pues, al contrario de lo que pasa con las guerras que hacen los angloparlantes, en ésta no se sabe aún, y ya han pasado más de cien años, quién la ganó, o si alguien la perdió.

En 1824, los españoles fueron derrotados por Bolívar en la batalla de Ayacucho, bien conocida por cualquier escolar latinoamericano en general y peruano en particular; aunque espero que entendáis los de allá que no es una acción bélica que se explique muy profundamente en las aulas españolas. Vencedor pues de los españoles, en diciembre de 1826 Bolívar dicta una constitución para el llamado Alto Perú (hoy Bolivia) y el Bajo Perú (o Perú a secas). Esta común norma, sin embargo, escondía una división bastante neta entre bolivaristas (que no bolivarianos) y peruanos. Bolívar le encendió el pelo a los peruanos en la batalla de Sirón (1829), aunque dejó que Perú se gobernase sola. Algo que hizo, desde entonces, con mayor o peor suerte.

España, mientras tanto, tomó la opción de no reconocer a Perú como nación independiente. Los españoles andábamos arriscados con eso de que nos hubieran dado una mano de leches (¡a nosotros!) y, sobre todo, teníamos un problemita de pasta: queríamos que el nuevo Perú, de existir, le pagase el justiprecio a los españoles a los que había expropiado.

Quince años estuvieron España y Perú sin decirse ni buenos días. A ninguno de los dos, sin embargo, le venía bien esta situación. Así pues, se iniciaron gestiones elegantes, de forma que un diplomático peruano destinado en Francia hizo, en 1841, una gestión secreta ante el gobierno español, interesándose por su opinión sobre la posibilidad de que hubiese un arreglo. España contestó que sí, que vale. Prosiguieron contactos en Chile y, finalmente, el general Echenique, al llegar al gobierno peruano, decidió designar a un primera fila, el entonces ex ministro de Exteriores Joaquín José de Osma, para que pilotase unas negociaciones como se debe.

El 25 de septiembre de 1853, De Osma y Ángel Calderón de la Barca llegaron a un acuerdo para el reconocimiento de Perú por España. No obstante, este acuerdo nunca llegó a estar vigente, pues Perú nunca lo firmó. Todo parece indicar que, una vez leída la letra pequeña (España seguía reclamando los duros que consideraba se le debían), encontró el acuerdo imposible de rubricar, y ahí lo dejó morir. En 1859 hubo otro intento, en el que se comisionó un plenipotenciario a Madrid. El problema es que este hombre, Pedro Gálvez, sentía tan plena su potencia que poco menos que no admitía más negociación que con la reina. Isabel II no lo recibió y la posibilidad del acuerdo se fue al carajo una vez más.

Por medio España se anexionó Santo Domingo y se embarcó, por unos meses, en la intervención francesa en México, de la mano de Napoleón III; una de las mayores cagadas bélicas del siglo XIX. El caso es que estos dos movimientos por parte de Madrid inquietaron mucho en la Latinoamérica libre. En todos los países, aquel movimiento se interpretó como una voluntad por parte española de reeditar el imperio y las colonias.

El guión más lógico nos habla de un posterior acercamiento entre las partes, lubricado por el paso del tiempo y de las generaciones, que debería haber culminado en un acuerdo amistoso. Pero no; antes, nos dimos de hostias. Y todo comenzó el 4 de agosto de 1863, en un lugar llamado la hacienda de Talambo.

En 1860, contratados por un español llamado Azcárate, llegaron a Perú 300 vascos para trabajar como jornaleros en una hacienda algodonera. Aunque el impulsor de la contratación era Azcárate, en realidad Talambo era de un peruano,
Manuel Salcedo.

Hubo problemas, no sé muy bien cuáles exactamente, pero sí relacionados con el presunto incumplimiento, por parte de Salcedo, de las condiciones pactadas con los jornaleros. Azcárate se retiró del negocio. Uno de los obreros agrícolas, Marcial Miner, tuvo un durísimo enfrentamiento con Salcedo. Éste, cabreado, buscó a otro compatriota suyo, Valdés, hombre al parecer de mala reputación. Lo contrató para que detuviese a Miner. El tal Valdés formó una pequeña fuerza de cuarenta hombres, se fue a Talambo, y apresó a Miner, acción en la cual mató a un español e hirió a otros cuatro.

Según la versión española, que es obviamente la que yo tengo a mano, el establishment peruano pasó del asesinato como de deglutir deyecciones. El alcalde de Chepen, localidad más próxima a la Hacienda, tardó muchísimo en tomar declaración a los agresores, amén de no detenerlos. Se instruyó un sumario a la remangillé y de mala gana. Así las cosas, el juez de Chiclayo, con los mimbres que tenía, no pudo sino decretar la inocencia de los acusados, salvo dos, que fueron condenados a cuatro meses de cárcel.

Ocho meses de cárcel en total. Por la vida de un español. Asesinado por una partida de peruanos. No, la cosa no sonó muy bien en Madrid.

Claro que cuando se quieren exagerar las cosas, se exageran. Las crónicas españolas suelen olvidar con facilidad que el Tribunal Superior de Justicia de Perú anuló la sentencia y que, ítem más, la propia prensa local se puso del lado de los españoles. Copio del Mercurio local: «¡Gobierno del Perú! Pesad en buena balanza los hechos de los últimos asesinados cometidos con indefensos españoles residentes en la Hacienda de Talambo. Caiga la cuchilla de la Ley sobre los culpables, por más ricos que sean».

Por si no queríamos más pruebas, el gobierno peruano destacó un regimiento de caballería a Chiclayo, con la orden de aclarar el asunto y poner orden.

La respuesta de España fue invadir las islas Chinchas, importante centro productor de guano, y anunciar que no las devolveríamos hasta que no se diese satisfacción a nuestras reivindicaciones.

Aquí, de todas maneras, hay que hacer también honor a la verdad española. El gobierno de Madrid no quería aquello; el gobierno de Madrid, según todas las trazas, estaba por esperar a que la justicia acabase imperando en el feo asunto de Talambo. Sin embargo, una cosa es lo que mandan los que mandan y otra lo que hacen los que obedecen. Éstos, muy al contrario de lo que hubiera sido su obligación, obraron a su bola bélica.

El encendimiento del conflicto hispano-peruano se produce por la combinación entre un almirante, Luis Hernández Pinzón; y un diplomático, Eusebio Salazar Mazarredo. Hernández Pinzón recibió en aquellos días carta de la embajada española en Washington comunicándole la decisión de retirar la flota española del Pacífico y mandarla a Cuba. Hernández Pinzón no estaba de acuerdo con esta medida pues consideraba que lo de Talambo no estaba resuelto, así pues donde había que quedarse era en Perú. En eso llegó Salazar quien, pese a traer instrucciones de Madrid de amainar las cosas, secretamente quería la guerra. Así pues, se juntó el hambre con las ganas de comer.



El maniobrero Salazar Mazarredo consiguió ser nombrado ministro residente en Bolivia y comisario especial de España en Perú. Con estos cargos bajo el brazo, recibió del almirante la propuesta de ocupar las Chinchas y le transmitió la opinión del gobierno de Madrid al respecto.

Don Eusebio tenía dos oficios de Madrid. En el primero se le conminaba, negro sobre blanco, a conseguir «paz y buena inteligencia». En el segundo, se le instruía para que presentase la reclamación «en términos enérgicos, pero de todo punto pacíficos»; aunque, decía este segundo papel, mediante esta apelación al buen rollito «queda más justificado el empleo de la fuerza en el peor caso». «Si contra todo lo que es de esperar», decía el papel, «la reclamación fuese desechada in limine, expresando V.S. supesar de la precisión a recurrir a demostraciones de fuerza, que nadie querría evitar con más cordial resolución que el gobierno de S.M., anunciará V.S. que se retira a la goleta, dirigirá V.S. su ultimátum (…) con término de treinta horas para contestar, psado el cual sin verificarlo o ceder a las satisfacciones pedidas, levará V.S. anclas o adoptará sus disposiciones para la adopción de la escuadra».

No son pocas las opiniones según las cuales, de haber conocido Hernández Pinzón el primer papel, aquél que urgía una solución pacífica al conflicto a toda costa, no habría procedido a colocarse surto en las Chinchas. Pero nunca lo conoció. Eusebio Salazar, pícaro él, dijo haber extraviado la segunda instrucción de Madrid, instrucción que, dijo además, tenía poca importancia. Visto que las instrucciones del comisario especial eran las que eran, el marino actuó en consecuencia, y tomó las islas. Prueba de que Salazar sabía bien que las instrucciones que mostraba, tras haber perdido las otras, no se correspondían con lo que sus jefes esperaban de él, es que jamás alzó ante el gobierno peruano el ultimátum al que se refiere el papel. De hecho, probablemente por la inseguridad en que se movía en su secreto belicismo, Salazar fue incapaz de ordenar que se impidiese la extracción de guano, que los peruanos continuaron a buen ritmo.

No contento con haber enmerdado así la situación, el comisario especial redactó una declaración para las potencias extranjeras (ingleses y franceses) en la que el asunto daba un giro radical. El conflicto, que hasta entonces era la reclamación por parte de España de que se hiciese justicia en un asesinato, se convirtió en una reivindicación territorial. La declaración de Salazar, en este sentido, establecía que España tenía derechos sobre las islas Chinchas muy similares a los que había reclamado durante años Inglaterra sobre las islas de Fernando Poo, Annobón y Corisco; es decir, se daba el salto cualitativo de reclamar el derecho a poseer unas islas que entonces eran del Perú.

En Madrid alguien debió darse cuenta de que aquello era una locura, porque do Eusebio fue finalmente repatriado. También, en diciembre de 1864, el almirante Hernández Pinzón perdió el puesto. Ambas partes, Perú y España, desarrollaban arduas negociaciones, pero por medio se interponía el honor. España estaba por la labor de devolver las Chinchas, pero había una reclamación peruana que no estaba dispuesta a atender: que, en el momento de entrar el primer barco peruano en el puerto, la escuadra española disparase un primer cañonazo, en señal de desagravio. No sé mucho de protocolo marino, pero al parecer ese primer cañonazo venía a equivaler a un «Vale, tío, me pasé y merezco una colleja»; y España no estaba dispuesta a reconocer cosa tal.

El 25 de enero de 1865 el nuevo jefe de la escuadra española, almirante Pareja, fondea en el puerto de El Callao y lanza un ultimátum al gobierno peruano: cuarenta y ocho horas para decir sí a la solución propuesta por España. Nosotros decíamos que vale, que dispararíamos el puto cañonazo; pero sólo después de que el barco peruano hubiese disparado cuatro de saludo. La mediación francesa consiguió que nos arreglásemos con dos disparos; pero de esa burra no nos bajamos. Finalmente, y tras la llegada de un plenipotenciario peruano (el general Vivanco, según mis notas), se acordó lo siguiente: sería el fuerte de El Callao el que dispararía el primer cañonazo y, después, españoles y peruanos se saludarían disparando al mismo tiempo. Eso, más una indemnización de tres millones de pesos para España.

No hace falta explicar que a la mayoría de los peruanos aquel acuerdo les sentó como a Classius Clay las hostias de Joe Frazier. La cosa se puso muy caliente, tanto que el 5 de febrero, en El Callo, hubo un motín antiespañol en el que resultó muerto un cabo, Esteban Fradera. El gobierno de Perú actuó con prontitud en el castigo del crimen.

Las cosas no van mal con Perú. Pero, ¡ay!, España es, o era, mucha España. Si estuvimos a punto de ir a la guerra por negarnos a disparar un cañón antes que otro, tampoco podíamos dejar sin castigo las ofensas que se nos habían proferido, durante estos enfrentamientos, en el principal aliado de Perú, que había sido Chile. El almirante Pareja, en un oficio, reclamaba satisfacciones al gobierno de Chile por las injurias proferidas contra España en diversas manifestaciones y en la prensa local, así como por haber ayudado descaradamente al rearme de buques peruanos y haber obstaculizado el abastecimiento de carbón por parte de los españoles.

Y volvemos con los cañoncitos. Pareja exigía de Chile un saludo de 21 cañonazos al enarbolar nuestro pabellón (que, en lenguaje marino, debe de ser como pedir perdón reptando a los pies del agraviado), más tres millones de reales. El gobierno de Chile contestó que ni de coña. Así que España fondeó el buque Villa de Madrid en Valparaíso el 17 de septiembre de 1865, presentó el consabido ultimátum (cuatro días) y decretó el bloqueo de Chile (bloqueo de cachondeo, porque había tan sólo cuatro fragatas para vigilar un país que, como todo el mundo sabe, casi no tiene costa).

Hasta ese momento, España se había portado, por unas razones o por otras, como un matón de barrio. Y le pasó lo que a algunos matones: que, inesperadamente, le crecieron los enanos.

Si España se metió con Chile fue por considerar que el flanco peruano estaba resuelto. Pero en Perú, España había impuesto un acuerdo vergonzante que los peruanos no estaban dispuestos a admitir. El 28 de febrero de 1865 había estallado la revolución en Perú. El coronel Prado se sublevó contra el presidente Pecet; la primera acción del nuevo gobierno fue llevar al anterior ante los tribunales. El primer gobierno tras la revolución, comandado por Canseco, fue descabalgado por el coronel Prado, que tenía más ganas de declararnos la guerra que yo de cenar con Elle McPherson.

A finales de 1865, la escuadra española estaba enfangada en un bloqueo imposible de Chile y ante la perspectiva, más que probable, de que este país y Perú le hiciesen la pinza y le declarasen la guerra a la vez. Por si no andaban bien de moral los latinoamericanos, la corbeta chilena Esmeralda cobraba la goleta Covadonga. A principios de 1866, Perú, Chile, Ecuador y Bolivia le declaraban la guerra a España.

 


miércoles, 22 de junio de 2022

Los hermanos Salcedo, de otra familia Salcedo, fundadores de Puno

    Se trata de otra familia Salcedo, sin ninguna relación con la nuestra 

Gran ciudadela española, se estima que fue un tipo de centro minero hispánico creado por orden de Gaspar y José de Salcedo, los famosos Hermanos Salcedo fundadores de Puno, que en ese momento era llamado San Luis de Alba, de donde se extraía plata.


 

RICARDO PALMA

TRADICIONES PERUANAS

EL JUSTICIA MAYOR DE LAYCACOTA

crónica de la época del décimonono virrey del perú

(Al doctor don José Mariano Jiménez.)

I

En una serena tarde de marzo del año del Señor de 1665, hallábase reunida a la puerta de su choza una familia de indios. Componíase ésta de una anciana que se decía descendiente del gran general Ollantay, dos hijas, Carmen y Teresa, y un mancebo llamado Tomás.

La choza estaba situada a la falda del cerro de Laycacota. Ella con quince o veinte más constituían lo que se llama una aldea de cien habitantes.

Mientras las muchachas se entretenían en hilar, la madre contaba al hijo, por la milésima vez, la tradición de su familia. Esta no es un secreto, y bien puedo darla a conocer a mis lectores, que la hallarán relatada con extensos y curiosos pormenores en el importante libro que con el título Anales del Cuzco, publicó mi ilustrado amigo y compañero de Congreso don Pío Benigno Mesa.

He aquí la tradición sobre Ollantay:

Bajo el imperio del Inca Pachacutec, noveno soberano del Cuzco, era Ollantay, curaca de Ollantaytambo, el generalísimo de los ejércitos. Amante correspondido de una de las ñustas o infantas, solicitó de Pachacutec, y como recompensa a importantes servicios, que le acordase la mano de la joven. Rechazada su pretensión por el orgulloso monarca, cuya sangre, según las leyes del imperio, no podía mezclarse con la de una familia que no descendiese directamente de Mango Capac, el enamorado cacique desapareció una noche del Cuzco, robándose a su querida Cusicoyllor.

Durante cinco años fué imposible al Inca vencer al rebelde vasallo, que se mantuvo en armas en las fortalezas de Ollantaytambo, cuyas ruinas son hoy la admiración del viajero. Pero Rumiñahui, otro de los generales de Pachacutec, en secreta entrevista con su rey, lo convenció de que, más que a la fuerza, era preciso recurrir a la maña y a la traición para sujetar a Ollantay. El plan acordado fué poner preso a Rumiñahui, con el pretexto de que había violado el santuario de las vírgenes del Sol. Según lo pactado, se le degradó y azotó en la plaza pública para que, envilecido así, huyese del Cuzco y fuese a ofrecer sus servicios a Ollantay, que viendo en él una ilustre víctima a la vez que un general de prestigio, no podría menos que dispensarle entera confianza. Todo se realizó como inicuamente estaba previsto, y la fortaleza fué entregada por el infame Rumiñahui, mandando el Inca decapitar a los prisioneros[2].

Un leal capitán salvó a Cusicoyllor y su tierna hija Imasumac, y se estableció con ellas en la falda del Laycacota, en el sitio donde en 1669 debía erigirse la villa de San Carlos de Puno.

Concluía la anciana de referir a su hijo esta tradición, cuando se presentó ante ella un hombre, apoyado en un bastón, cubierto el cuerpo con un largo poncho de bayeta, y la cabeza por un ancho y viejo sombrero de fieltro. El extranjero era un joven de veinticinco años, y a pesar de la ruindad de su traje, su porte era distinguido, su rostro varonil y simpático y su palabra graciosa y cortesana.

Dijo que era andaluz, y que su desventura lo traía a tal punto que se hallaba sin pan ni hogar. Los vástagos de la hija de Pachacutec le acordaron de buen grado la hospitalidad que demandaba.

Así transcurrieron pocos meses. La familia se ocupaba en la cría de ganado y en el comercio de lanas, sirviéndola el huésped muy útilmente. Pero la verdad era que el joven español se sentía apasionado de Carmen, la mayor de las hijas de la anciana, y que ella no se daba por ofendida con ser objeto de las amorosas ansias del mancebo.

Como el platonismo, en punto a terrenales afectos, no es eterno, llegó un día en que el galán, cansado de conversar con las estrellas en la soledad de sus noches, se espontaneó con la madre, y ésta, que había aprendido a estimar al español, le dijo:

—Mi Carmen te llevará en dote una riqueza digna de la descendiente de emperadores.

El novio no dio por el momento importancia a la frase; pero tres días después de realizado el matrimonio, la anciana lo hizo levantarse de madrugada y lo condujo a una bocamina, diciéndole:

—Aquí tienes la dote de tu esposa.

La hasta entonces ignorada, y después famosísima, mina de Laycacota fué desde ese día propiedad de don José Salcedo, que tal era el nombre del afortunado andaluz.

II

La opulencia de la mina y la generosidad de Salcedo y de su hermano don Gaspar atrajeron, en breve, gran número de aventureros a Laycacota.

Oigamos a un historiador: «Había allí plata pura y metales, cuyo beneficio dejaba tantos marcos como pesaba el cajón. En ciertos días se sacaron centenares de miles de pesos».

Estas aseveraciones parecerían fabulosas si todos los historiadores no estuvieran uniformes en ellas.

Cuando algún español, principalmente andaluz o castellano, solicitaba un socorro de Salcedo, éste le regalaba lo que pudiese sacar de la mina en determinado número de horas. El obsequio importaba casi siempre por lo menos el valor de una barra, que representaba dos mil pesos.

Pronto los catalanes, gallegos y vizcaínos que residían en el mineral entraron en disensiones con los andaluces, castellanos y criollos favorecidos por los Salcedo. Se dieron batallas sangrientas con variado éxito, hasta que el virrey don Diego de Benavides, conde de Santisteban, encomendó al obispo de Arequipa, fray Juan de Almoguera, la pacificación del mineral. Los partidarios de los Salcedo derrotaron a las tropas del obispo, librando mal herido el corregidor Peredo.

En estos combates, hallándose los de Salcedo escasos de plomo, fundieron balas de plata. No se dirá que no mataban lujosamente.

Así las cosas, aconteció en Lima la muerte de Santisteban, y la Real Audiencia asumió el poder. El gobernador que ésta nombró para Laycacota, viéndose sin fuerzas para hacer respetar su autoridad, entregó el mando a don José Salcedo, que lo aceptó bajo el título dejusticia mayor. La Audiencia se declaró impotente y contemporizó con Salcedo, el cual, recelando nuevos ataques de los vascongados, levantó y artilló una fortaleza en el cerro.

En verdad que la Audiencia tenía por entonces mucho grave de que ocuparse con los disturbios que promovía en Chile el gobernador Meneses y con la tremenda y vasta conspiración del Inca Bohorques, descubierta en Lima casi al estallar, y que condujo al caudillo y sus tenientes al cadalso.

El orden se había por completo restablecido en Laycacota, y todos los vecinos estaban contentos del buen gobierno y la caballerosidad del justicia mayor.

Pero en 1667, la Audiencia tuvo que reconocer al nuevo virrey llegado de España.

Era éste el conde Lemos, mozo de treinta y tres años, a quien, según los historiadores, sólo faltaba sotana para ser completo jesuíta. En cerca de cinco años de mando, brilló poco como administrador. Sus empresas se limitaron a enviar, aunque sin éxito, una fuerte escuadra en persecución del bucanero Morgán, que había incendiado Panamá, y a apresar en las costas de Chile a Enrique Clerk. Un año después de su destrucción por los bucaneros (1670), la antigua Panamá, fundada en 1518, se trasladó al lugar donde hoy se encuentra. Dos voraces incendios, uno en febrero de 1737 y otro en marzo de 1756, convirtieron en cenizas dos terceras partes de los edificios, entre los que algunos debieron ser monumentales, a juzgar por las ruinas que aun llaman la atención del viajero.

El virrey conde de Lemos se distinguió únicamente por su devoción. Con frecuencia se le veía barriendo el piso de la iglesia de los Desamparados, tocando en ella el órgano, y haciendo el oficio de cantar en la solemne misa dominical, dándosele tres pepinillos de las murmuraciones de la nobleza, que juzgaba tales actos indignos de un grande de España.

Dispuso este virrey, bajo pena de cárcel y multa, que nadie pintase cruz en sitio donde pudiera ser pisada; que todos se arrodillasen al toque de oraciones; y escogió para padrino de uno de sus hijos al cocinero del convento de San Francisco, que era un negro con un jeme de jeta y fama de santidad.

Por cada individuo de los que ajusticiaba, mandaba celebrar treinta misas; y consagró, por lo menos, tres horas diarias al rezo del oficio parvo y del rosario, confesando y comulgando todas las mañanas, y concurriendo al jubileo y a cuanta fiesta o distribución religiosa se le anunciara.

Jamás se han vista en Lima procesiones tan espléndidas como las de entonces; y Lorente, en su Historia, trae la descripción de una que se trasladó desde palacio a los Desamparados, dando largo rodeo, una imagen de María que el virrey había hecho traer expresamente desde Zaragoza. Arco hubo en esa fiesta cuyo valor se estimó en más de doscientos mil pesos, tal era la profusión de alhajas y piezas de oro y plata que lo adornaban. La calle de Mercaderes lució por pavimento barras de plata, que representaban más de dos millones de ducados. ¡Viva el lujo y quien lo trujo!

El fanático don Pedro Antonio de Castro y Andrade, conde de Lemos, marqués de Sarria y de Gátiva y duque de Taratifanco, que cifraba su orgullo en descender de San Francisco de Borja, y que, a estar en sus manos, como él decía, habría fundado en cada calle de Lima un colegio de Jesuítas, apenas fué proclamado en Lima como representante de Carlos II el Hechizado, se dirigió a Puno con gran aparato de fuerza y aprehendió a Salcedo.

El justicia contaba con poderosos elementos para resistir; pero no quiso hacerse reo de rebeldía a su rey y señor natural.

El virrey, según muchos historiadores, lo condujo preso, tratándolo durante la marcha con extremado rigor. En breve tiempo quedó concluída la causa, sentenciado Salcedo a muerte, y confiscados sus bienes en provecho del real tesoro.

Como hemos dicho, los jesuítas dominaban al virrey. Jesuíta era su confesor el padre Castillo, y jesuítas sus secretarios. Las crónicas de aquellos tiempos acusan a los hijos de Loyola de haber contribuido eficazmente al trágico fin del rico minero, que había prestado no pocos servicios a la causa de la corona y enviado a España algunos millones por el quinto de los provechos de la mina.

Cuando leyeron a Salcedo la sentencia, propuso al virrey que le permitiese apelar a España, y que por el tiempo que transcurriese desde la salida del navío hasta su regreso con la resolución de la corte de Madrid, lo obsequiaría diariamente con una barra de plata.

Y téngase en cuenta no sólo que cada barra de plata se valorizaba en dos mil duros, sino que el viaje del Callao a Cádiz no era realizable en menos de seis meses.

La tentación era poderosa, y el conde de Lemos vaciló.

Pero los jesuítas le hicieron presente que mejor partido sacaría ejecutando a Salcedo y confiscándole sus bienes.

El que más influyó en el ánimo de su excelencia fué el padre Francisco del Castillo, jesuíta peruano que está en olor de santidad, el cual era padrino de bautismo de don Salvador Fernández de Castro, marqués de Almuña e hijo del virrey.

Salcedo fué ejecutado en el sitio llamado Orcca-Pata, a poca distancia de Puno.

III

Cuando la esposa de Salcedo supo el terrible desenlace del proceso, convocó a sus deudos y les dijo:

—Mis riquezas han traído mi desdicha. Los que las codician han dado muerte afrentosa al hombre que Dios me deparó por compañero. Mirad cómo le vengáis.

Tres días después la mina de Laycacota había dado en agua, y su entrada fué cubierta con peñas, sin que hasta hoy haya podido descubrirse el sitio donde ella existió.

Los parientes de la mujer de Salcedo inundaron la mina, haciendo estéril para los asesinos del justicia mayor el crimen a que la codicia los arrastrara.

Carmen, la desolada viuda, había desaparecido, y es fama que se sepultó viva en uno de los corredores de la mina.

Muchos sostienen que la mina de Salcedo era la que hoy se conoce con el nombre del Manto. Este es un error que debemos rectificar. La codiciada mina de Salcedo estaba entre los cerros Laycacota y Cancharani.

El virrey, conde Lemos, en cuyo período de mando tuvo lugar la canonización de Santa Rosa, murió en diciembre de 1673, y su corazón fué enterrado bajo el altar mayor de la iglesia de los Desamparados.

Las armas de este virrey eran, por Castro, un sol de oro sobre gules.

En cuanto a los descendientes de los hermanos Salcedo, alcanzaron bajo el reinado de Felipe V la rehabilitación de su nombre y el título de marqués de Villarrica para el jefe de la familia.


martes, 21 de junio de 2022

Trinidad, Cupisnique en la ruta del oro -Francisca Lachosa, hija del cacique Chepén

     TRINIDAD, EN LA RUTA DEL ORO

FRANCISCA LACHOSA


Compartiendo las palabras de un enamorado del Perú quien con acierto dijo, “¡Pueblos montados en las cordillera como jinetes audaces, domadores de la fiereza de estos Andes nuestros…!” puedo asegurar que Trinidad, capital del distrito de Cupisnique en Cajamarca, es uno de esos pueblos “domadores de la fiereza de los Andes”. Es un pueblo que, como muchos en nuestro país, se pierde en la memoria de los peruanos.  Gracias a la invitación de la entusiasta familia trinitaria Espino Alva, he tenido la gran oportunidad de regresar a este histórico lugar para participar de sus fiestas patronales. Como en otras oportunidades, cinco alumnos universitarios me acompañaron en esta nueva incursión por el Perú profundo, Karolina, Johan, Yoshi, Pierre y Kevin.

 


Trinidad, ubicada sobre los 1,881 m.s.n.m., fue fundada por la orden católica de los padres Jesuitas un 3 de junio de 1583 y fue advocada a la Santísima Trinidad; por lo tanto, sus fiestas tienen ya 430 años de tradición. Desde allí, los hijos de San Ignacio de Loyola impartieron el catolicismo a pueblos cercanos, entre ellos, la villa de San Francisco de Guzmango, San Luis, San Mateo de Contumazá, San Francisco de Catan, San Pablo, entre otros poblados indígenas del alto Jequetepeque. Dada su importancia, Trinidad fue visitada en 1584 por Santo Toribio Mogrovejo quien, saliendo de Contumazá, llegó a Trinidad para pasar luego a San Luis y San Pablo. También el obispo Baltazar Martínez de Compañón en una de sus visitas a su Obispado, entre 1780 y 1782, llegó a este pueblo en su paso hacia Cajamarca, siendo el primer estudioso que dejó una descripción muy sencilla y un dibujo de “Huaca Tantalluc”, hoy conocida como la ciudadela de Tantarica, cercana a Trinidad.

 


Durante la colonia, fue el paso obligado en la ruta de Cajamarca hacia la costa norte. Un antiguo camino partía de aquella ciudad hacia Contumazá y desde allí salían dos ramales para Trujillo, uno por Guzmango y otro por  Cascas;  un tercer ramal partía hacia Trinidad para bajar a la costa por la quebrada de Cupisnique terminando en los puertos de Pacasmayo o Malabrigo. Entonces, es fácil deducir que el oro proveniente de las minas de Cajamarca pasase por Trinidad rumbo a España; como en efecto sucedió. Se nos dijo que el metal precioso era transportado en caravanas de mulas. Cada caravana estaba compuesta por doce recuas, cada recua la conformaban de doce piaras y cada piara tenía doce mulas, es decir, eran ¡1728 mulas cargadas de oro!

 


Don Ricardo Palma en sus “Tradiciones Peruanas”, específicamente en la titulada “Los macuquinos de Cupisnique” cuenta que cuando los Jesuitas fueron expulsados de las colonias españolas por el Rey de España en 1762, los sacerdotes de Cajamarca tuvieron que abandonar el virreynato del Perú, utilizando la ruta de Trinidad y la quebrada de Cupisnique para dirigirse al puerto de Malabrigo. Entonces,  por Trinidad pasaron los ocho o diez religiosos llevando cuarenta mulas cargadas de oro, tesoro que fue enterrado en el desierto de Cupisnique. Se cuenta que desde aquella época, éste ha sido encontrado por más de un trinitario llevándose a la tumba el lugar del entierro.

 


 A este distrito lleno de historia, ubicado al pie del cerro Quinrre su apu tutelar, llegue para disfrutar de sus tradicionales fiestas patronales en honor a la Santísima Trinidad, Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo cuyas imágenes se veneran en el antiguo templo jesuita de una nave, bautisterio y alto campanario. Lamentablemente, la parte correspondiente al claustro han desaparecido con el tiempo para dar paso a un colegio.  Son doce días festivos en el que participan los hijos de este lindo lugar llegados de todas partes del país, participando de los festivales deportivos, corridas de toros, actividades sociales, concursos de marinera y por supuesto, los amenos bailes populares.

 


 Como es costumbre en estas fiestas, una de las actividades más sabrosas y participativas es la de compartir las comidas gratuitas que ofrece el Mayordomo y el Comité Central a toda la población respirando una auténtica “democracia gastronómica”. Son varias las reses beneficiadas para dar de comer a todos, población, visitantes, devotos, músicos y deportistas. Todos por igual disfrutaron, como yo, de la carne guisada con menestra acompañado de ají de rocoto y berenjena el primer día; el segundo día disfrutamos del chirimpico en base a la sangrecita y menudencia de carnero y como segundo plato, el carnero guisado con arroz graneado. Todo cocinado con leña, sencillamente delicioso.

 

Para participar de la fiesta del “Dios Trino” llegan las imágenes representantes de los caseríos cercanos de San Lorenzo, San Antonio de Padua y San Francisco de Asís; además la venerada imagen de Santa Catalina de Alejandría transportada en procesión desde el caserío del mismo nombre durante la noche anterior. Luego de los fuegos artificiales de la víspera, el día central la Santísima Trinidad sale en procesión por las calles precedida de las imágenes de los cuatro santos cuyas andas son cargadas por sus fieles seguidores, notando una mayoritaria participación de jóvenes. Impresionante.

 


 

Y así pasaron los días en Trinidad, un típico pueblo andino donde su clima, paisaje y amable gente son sus principales referentes. Allá quedaron los campos de trigo y arveja, las huertas de berenjenas, manzanas y membrillos, los poteros con sus árboles de taya y pencas. No puedo dejar de mencionar la piedra “wanka” que se encuentra en plena carretera que, como un dios, protege todo el valle. Atrás quedo un pueblo histórico, ubicado en un balcón andino que, “montado en la cordillera como un jinete audaz, ha domado la fiereza de los Andes”.

Publicado 21st August 2013 por IVAN LA RIVA

**************************************************

RELACIÓN DE LA TRINIDAD CON CHEPÉN

1618.- Francisca Lachos, hija natural de Francisco Chepén, Cacique de Chepén, Viuda de don Antonio Cacique de la Huaranga de Chonta Provincia de Caxamarca y su hijo, Cacique principal del pueblo de la Trinidad, vendieron a don Pedro Méndez de Donlebún unas tierras que contienen 6 fanegadas llamadas Pocupe situadas en la otra orilla del rio Pacasmayo.

domingo, 19 de junio de 2022

Salcedo de San Pedro y Pacasmayo, otro origen.

   Salcedo de San Pedro y Pacasmayo, otra familia


En la provincia de Pacasmayo se estableció una familia con apellido Salcedo proveniente de Vizcaya, España. 
Agustín Salcedo, ingresó al Perú en 1849, militar, Capitán del ejército Carlista  estableciéndose en nuestro valle Jequetepeque donde tenía a su tío José Vicente Goyburu,  del que descienden las familias Salcedo de San Pedro de Lloc y Pacasmayo 

Agustín Salcedo combatió al lado de su primo José Bernardo Goyburo Esteves representando a las huestes de Castilla y Echenique.

Agustín Salcedo en Julio de 1866, solicita la ciudadanía peruana, manifestando renunciar a la española, documento presentado en San Pedro de Lloc  

Su primo que era dueño del fundo La Calera en Guadalupe, le encarga la administración.
Es así como se da forma y vida a esta familia en nuestro valle. 
Mas información en las publicaciones adjuntas.











sábado, 18 de junio de 2022

Dato sobre origen José María Salcedo Nieto

   

Revista Historica

http://www.archive.org/stream/revistahistrica00histgoog/revistahistrica00histgoog_djvu.txt

Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página

http : / /books . google . com

Dato sobre origen José María Salcedo Nieto

Instituto Histórico del Perú

DIRECTOR DE LA REVISTA HISTÓRICA

 

D. Carlos A. Romero

 

INSPECTOR DEL ARCHIYO NACIONAL

 

D. Carlos Paz Soldán

 

91 REVISTA HISTORICA

Facsímiles de la» firmas del Padre Oré

 ***********************************************************************

 

Cl Capitán Jüan  Delgadillo.

ENCOMENDERO EN SAÑA

 (APUNTES GENEALOCIGOS)

  

En páginas anteriores de la Revista, me he ocupado de

los primeros encomenderos del repartimiento de Saña. 'Voy

á hacerlo ahora del tercero de ellos, de quien descienden

familias de las más ilustres del Perú, Fué este el conquista-

dor Juan Delgadillo, que reemplazó al capitán Rodrigo de

Paz, y cuyas armas eran siete estrellas de plata en azur y

bordadura de oro con ocho calderas de sable.

 

 Nació Don Juan en Castilla la Vieja y muy joven

pasó á la conquista del Perú, en la que se hizo notar

por su prudencia y sangre fría en los combates. El

Rey premió sus servicios acrecentando su renta de enco-

mendero de Saña en cuatro mil pesos de á ocho reales.

Regresó á la Península, y de ella tornó al Perú acompañado

de su esposa, Doña Francisca de Avila, y de su hijo mayor

Don Pedro Delgadillo y Avila; lo que se comprueba con la

Real cédula de permiso para embarcarse en uno de los navios

 

 EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 93

 

próximos á salir para el Pero, que Donjuán presentó en la

Casa de la Contratación de Sevilla en 1561. En esa cédula

se expresaba además que le era permitido traer con-

sigo seis cotas de maya, seis arcabuces, seis alabardas y dos

pares de coracinas. A su llegada al Perú tomó Don Juan

parte muy activa entre los expedicionarios al país de la Ca-

nela, en cuya desgraciada empresa pasó muchos trabajos.

 

Cuando Gonzalo Pizarro alzó bandera contra el Em-

perador, en 1544, el Capitán Delgadillo se hallaba en Quito

é indignado contra el rebelde, al frente de ochenta hombres,

fué al socorro del primer Virrey del Perú, Blasco Nuñez Vela

quien le nombró Alférez Real de su ejército y le ordenó

la persecución de algunos capitanes rebeldes, á los que

alcanzó, dio batalla y venció. Sublevada San Miguel de

Piura por Gonzalo Pizarro, el Capitán Delgadillo la redujo

al servicio del Rey. Vuelto Don Juan al lado del Virrey

Núñez Vela, asistió en su calidad de Alférez Real á la desgra-

ciada batalla de Añaquito, en la que peleando denodada-

mente en las primeras filas del ejército, cayó herido de una

lanzada y le robaron cuanto llevaba consigo. Restar>lec¡do

de esa herida y al frente de treinta hombres que le obedecían,

salió á incorporarse al ejército del Licenciado Don Pedro

de la Gasea, á quien acompañó hasta la terminación de la

guerra civil, en la batalla á: Jaquijaguana el 9 de Abril de

154S, en cuya acción salió Don Juan nuevamente herido de

un arcabuzazo, que le atravezó ambos muslos. Sublevado

Francisco Hernández Girón, el Capitán Delgadillo, siendo

Corregidor y Justicia Mayor desde 1552, se puso en campa-

ña en servicio del Rey, hasta que el rebelde fué vencido y

preso, en 1554

 

Por todos estos servicios y por los anticipos que hizo á

la Corona de Castilla, mereció Delgadillo que el Rey^ le agra-

ciara con importantes puestos públicos, como el de Corre-

gidor de Piura, y además le señaló una renta de cuatro mil

pesos en indios vacos por dos vidas, la suya y la de su hijo

primogénito; y el Virrey Conde de Nieva, en 1563, le dio el

repartimiento de Chayanta y otros en Charcas. En 1565

el Gobernador Don Lope García de Castro, nombró á

Juan Delgadillo encomendero de Saña, Motupe y anexos.

 

 

 

94 REVISTA HISTÓRICA

Emprendida la conquista del Perú por Francisco Pizarro,

al hacer éste el camino de San Miguel de Piura á Cajaraarca

(1532), pasó por Motupe (Nistupe), descansando cuatro

días en este pueblo después de la penosa travesía del desier-

to de Sechura. La región que formó el corregimiento de

Saña (hoy departamento de Lambayeque) fué una de las

primeras que recorrió el ejército conquistador. Consumada

la conquista y establecido el virreinato, se fundó el 25 de

Abril de 1563, la villa de Santiago de Miraflores, conocida

con el nombre de Síiña, en el partido entonces llamado de

Saña y Lambayeque, territorio que pertenecía á la provin-

cia de Trujillo, alcanzando de largo 25 leguas Shí. NE. y 14

de ancho. Por disposición del Virrey del Perú Don Diego

López de Zúñiga Conde de Nieva, fué comisionado para la

fundación de Saña el Corregidor y Justicia raaj-or de Tru-

jillo Don Diego de Pineda Biscuñán, que la levantó á los 6*^

45*. En el mismo año (1563) con motivo de la sublevación

general de los indios, el Virrey Conde de Nieva, separó de

la provincia de Trujillo el partido de Saña, erigiéndolo pro-

vincia aparte, á la que poco después el Virrey Toledo in-

corporó al partido de Chiclayo. Se comprende desde luego

que la nueva provincia de Saña, no alcanzó toda la exten-

sión territorial de lo que es hoy el departamento de Lamba-

yeque, porque cuando( 1570-1 575) Don Francisco de Toledo»

matriculó las encomiendas de Indios del Virreinato, reunien-

do en centros poblados á los indios que vivían dispersos, hu-

yendo de la opresión de los conquistadores, casi todos los

pueblos que forman actualmente el departamento de Lamba-

yeque, no estaban comprendidos solo en la provincia de Saña,

dentro de cuyos límites se hallaban ubicadas las encomiendas

— Jayanca, con 1248 indios; Lambayeque con 1452; Callan-

ca ó Monsefú con 716; Ferreñafe con 39H; Reque con 536;

mimo con 834; Túcumc con 820; Sinto ó Collique con 1162;

Chérrepe con 114; Saña con 320 y Pacora con 234, sino

también con la de Piura, en que se encontraban estas otras:

Motupe con 543 indios; Copis con 41; Olmos, Santo Vélico

y Catón con 382 y Salas y Penachi con 255.

 

Eran, pues, quince pueblos con un total de 9055 indios,

siendo los centros más populosos entonces: Lambayeque 3'

Jayanca y los de Sinto y Collique, sobre cuyas comunidades

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 95

 

más tarde debía levantarse Chiclayo (encomienda de indios

que el Emperador Carlos V dio en el siglo XVI á los pri-

meros condes de Chinchón) que, con 15000 habitantes, es en

el día la floreciente capital del departamento de Lamba-

yeque.

 

Trascurría el tiempo y Saña, capital de la provincia del

mismo nombre, fué progresando notablemente. Situada en

fértil valle, residencia de nobles y acaudaladas familias es-

pañolas, con un pro'2:reso no interrumpido de ciento veinte

y tres años, Saña parecía destinada á ser en el porvenir un

centro de cultura y de riquezas. Fatalmente, en 1686, época

en que los piratas asolaron la costa del Pacífico, Eduardo

David, que desembarcó por la caleta de Chérrepe, único

puerto que existía entonces en el litoral de este departamen-

to, **atacó y sorprendió la villa (Saña) 3' permaneció en ella

siete días, robando templos y casas con notable perjuicio de

la población'*, A Dios gracias que dio lugar á que se deplo-

blara, trasladándose muchos de sus habitantes á Lamba*

yeque, ciudad situada á dos leguas del mar. Treinta y cua-

tro años pasaron del memorable saqueo de los piratas, y

Saña, recuperada de sus riquezas perdidas, continuaba acre-

centando su florecimiento. Pero vino el 15 de Marzo de 1720

y la hermosa villa, la lujosa residencia de españoles y crio-

llos, la extensa ciudad que se enorgullecía, con los siete so-

berbios templos que guardaba, se vio arrasada y destruida,

en menos de cuatro horas, por una formidable inundación

que todo lo arrastró en su corriente, convirtiéndose en rui-

nas y escombros su progreso y nombradía.

 

En tal situación, determinaron los habitantes formar

nna nueva población; pero las graves discordias que se sus-

citaron para la elección, hicieron perder mucho tiempo, y al

fin se vieron obligados ¿l refujj^iarse en los pueblos vecinos,

quedando la villa en el más deplorable estado.

 

Casi todas las familias patricias de Saña, salvo muy

pocas que pasaron á Trujillo, se establecieron en Lambaye-

que, ciudad que por el notable adelanto que había alcanza-

do, por los numerosos recursos de que difrutaba y por haber

tomado en ella residencia el Corregidor Don Miguel de

Soraluce, descendiente legítimo de Domingo de Soraluce

 

 

 

96 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

conquistador del Perú y uno de los trece de la Isla del Ga-

llo, quedó erigida en capital de la provincia de Saña.

 

Lambayeque, encomienda de indios, que el Emperador

Carlos V dio en el siglo XVI A los marqueses Jel Carpió, era

de origen tan antiguo como Saña, y ambas formaban parte

del señorío de los Régulos del Chimu, cuya dominación co-

rría desde los confines de la provincia de Chancay hasta el

pueblo de Tumbes por espacio de doscientas leguas: su ori-

gen están antiguo, que no se sabe si fué primero que el de los

Incas; y sólo consta que en tiempo del Inca Pachacfitec, que

fué el IX de estos monarcas, reinaba en estos > alies,

como soberano, Chumu Cápac, cuyo nombre propio era

Chumu Cancha. El encomiado Inca por medio de su hijo

el príncipe Yupanqui, con un ejército de treinta mil hombres

empezó á hacerle la guerra en el valle de Parmunca(que hoy

se dice Paramonga), inmediato ñ la villa de Huaura; y ha-

llando resistencia aumentó sus combatientes hasta el número

(le cincuenta mil. Se concluyó en el valle de Santa, quedando

vencida la altivez de dicho régulo,quien,por consejo y persua-

ción de sus capitanes pidió capitulaciones,ofreciendo adorar al

Sol por sudios.y repudiará sus ídolos patrios, que los tenían

eu forma de peces y animales. Con el pretexto y motivo

especioso de su f dlsa religión, los Incas extenditrron su Impe-

rio, siendo ellos mismos objetos del culto que solicitaban.

Todavía se manifiestan unas casas arruinadas en el ameno

valle de Chimu y de una extraordinaria fábrica del citado

Chimu, media legua de la ciudad.junto á un sitio que llaman

Chanchan. Quedó tributario del Inca, y en memoria de este

triunfo, mandó hacer el mencionado Yupanqui, en dicho

valle de Paramonga, un cfistillo 3' fortaleza, cuyas ruinas

descubren todavía su grandeza y poder: mas no por esto se

apoderó de estos países, contentándose sólo con el reconoci-

miento de su soberanía, para cuyo efecto dejó ministros de

justicia y guerra con que aseguró la obediencia y subordina-

ción, como lo refieren las historias antiguas.

 

Diego Fernández de Córdova,**El Palentino'*, al citar un

pasaje de los adictos á la revolución de Hernández Girón en

1553 habla de la existencia de Lambayeque, cuyos pueblos,

indios y principales confió el Gobernador Don Francisco

Pizarro,por provisión fechada en Lima el 8 de Noviembre de

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 97

 

1536, al conquistador Juan de Barbarán, cuyos descendien-

tes en abatida suerte se avecindaron en Lima cuando el Em-

perador Carlos V dio en segunda vida esa encomienda, según

se ha dicho, al Marqués del Carpió. El primer encomendero

cafsó con Doña María de Lescano y Mendoza,hija legítima de

Francisco Pérez de Lescano y de Dona María de Mendoza,

encomendero del repartimiento de Chérrepe y Pacasma^^o,

y de ellos nacieron Pedro, Gabriel, Juan y Francisco de Bar-

barán V Lescano.

 

La ciudad de Lambayeque fué fundada primero á una

legua del mar, pero á los pocos años de su fundación la tras-

ladaron sus moradores al lugar en que hoy existe, 6 ^ 42'.

 

Cuando parte de los habitantes de Saña se avecinda-

ron en Lambayeque, después del saqueo de los piratas, en-

contraníU á este pueblo establecido en la latitud citada,

que es la actual, y, lo que es más, la hallaron siendo una

población de ya apreciable importancia.

 

El 14 de Febrero de 1619 sobrevino el espantoso terre-

moto llamado de San Valentín, que redujo á escombros la

ciudad de Trujillo. El Obispo se trasladó con su Cabildo á

Lambayeque y por auto de 10 de Marzo de ese año.estable-

ció en esta ciudad su Sede; pero el Virrey Príncipe de Esqui-

lache dispuso que se restituyese á Trujillo. Mas. su Ilustrí-

sima fray Don F. Díaz de Cabrera, murió en la dicha Lam-

bayeque el 25 de Maj'o de 1619. Tal hecho demuestra que

67 años antes que los de Saña llevasen á Lambayeque una

corriente nueva de vida, este pueblo se hallaba en cierta con-

dición de superioridad. Concentrados, pues, en Lambayeque

después de la ruina de Saña (1720), todos los elementos

de trabajo, á partir de esa época, comienza para la histórica

ciudad una verdadera grandeza, al punto de convertirse en

el centro mayor y más opulento de la provincia, y aún de

toda la costa de Huacho á Tumbes; y fué después de Trujillo

una de las primeras ciudades que en el Perú proclamaron su

emancipación política, el 31 de Diciembre de 1820; contribu-

j^endo, además, á la emancipación con 600 hombres discipli-

nados, 200 voluntarios, 2.000 acémilas y 300.000 pesos de

oro. Fueron en gran parte lambayecanos los valerosos

soldados que, á las órdenes del Comandante argentino Suá-

 

 

 

98 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

rez Y de su ayudante mayor el Teniente Don Andrés Rázurís

dieron la victoria de Junín el 6 de Agosto de 1824.

 

Volvamos á contemplar las ruinas de Saña, en la que

sólo dos años después (en 1722), vino á fundarse la nueva

ciudad del mismo nombre, cuya preponderancia no pudo re-

vivir en ésta; fué también perdiéndose el nombre que dio á

la provincia, á la que iban llamando Lambayeque, que junto

con ella, estaban sujetas en lo político y judicial al departa-

mento de la Libertad (Trujillo).

 

El General Don Juan Delgadillo fué además vecino feuda-

tario de Trujillo y allí declarado insigne benefactor del con-

vento (supreso) de San Agustín, y patrón de su capilla ma-

yor, en cu3'a bóveda está enterrado, pues murió en Trujillo

el 28 de Noviembre de 1601.

 

 

 

II

 

 

 

Su hijo legítimo y primogénito Don Pedro Delgadillo y

Avila, pacificador del Perú, vecino feudatario de Trujillo y

su Alcalde ordinario en 1602, segundo encomendero de Saña

y Motupc. Por real cédula de 1622, el Virrey dispuso que

se tuviera presente á Don Pedro Delgadillo y á sus descen-

dientes para premiarlos, por los importantesy notorios ser-

vicios que esa familia había prestado a la Corona. Don

Pedro Delgadillo murió en Trujillo el 14 de Febrero de

1619, víctima del terremoto que la asoló en ese día, y fué

casado con Doña Luisa de Valenzuela Loayza, natural de

Lima, y de ella nacieron en Trujillo:

 

 

 

III

 

 

 

Doña Francisca Delgadillo Avila y Valenzuela Loaj'za,

casada con Don Pedro Cedeño de Arévalo Alvarez, de cuyos

descendientes nos ocuparemos en la monografía histórica y

genealógica de Trujillo.

 

Viudo Don Pedro Delgadillo, pasó á segundas nupcias

 

 

 

EL CAPTAN JCAN DELGADILLO 99

 

■■■■■■■■■■■■»*»«*■■«*■■■■■■■ i^m^mi»^^ imm.  n^aw^'i^i - *»*^"!»*»» m i^»^i>w^»^».w  ^w^wwiiii min \ m mm0>tmm^'m m t m^ t mi^m,<i^mtt^»^<^n m^mí>i0i0m>mimm'^immw,m^mmm^M'im'im,-m^ m^.^immi'^mf^, .mmi.fmimm>m, « w mm m-^m

 

con Doña Beatriz Céspedes de Paz Olmos de Ayala, natural

de Trujillo, hija legítima del Capitán Don Lope de Ayala,he-

gundo encomendero de San Pedro y Xetepeque, cuya primera

vidala dio por cédula de 8 de Noviembre de 1536 el Marqués

Pizarro, al conquistador Don Pedro González de A3''ala, pa-

dre legítimo de Don Lope; casado éste con Doña Elena Cés-

pedes de Paz Soria, viuda del conquistador Juan Esparsa,

hija legítima de Don Rodrigo de Paz, natural del Payo de

Valencia, en Ciudad Rodrigo, y allí casado con Doña Beatriz

Céspedes de Soria. En 1537 vino Don Rodrigo de Paz á la

conquista del Perfi y siendo Alférez real del Cabildo de Tru-

jillo, se le nombró en comisión para recibir al nuevo gober-

nador del virreinato Licenciado Don Pedro de la Gasea.

Puesto al frente de las tropas regulares de Cajamarca, se

incorporó en Jauja al Licenciado Presidente; conservado en

su puesto de Alférez peleó en la jornada de Jaquijaguana

con el estandarte de Trujillo, el 9 de Abril de 1548,

cuya corporación él representaba. Antes de avecindar-

se se halló Don Rodrigo de Paz con el Licenciado D.

Cristóbal Vaca de Castro en la batalla de Chupas, en

1542. Por todos estos servicios, el Presidente la Gasea,

en Real provisión de 9 de Enero de 1549 encomendóle

los indios de Saña, vacos por haberlos abandonado su

segundo encomendero el Capitán Don Juan Delgadillo,

por auto de 8 de Noviembre de 1536 expedido por el

Marqués Don Francisco Pizarro. El tercer encomendero de

Saña Don Rodrigo de Paz, obtuvo permiso para volver á

España, en donde le encontramos en 1568 en Ciudad Rodri-

go,rindiendo prueba de su nobleza. Regresó al Perú en 1584,

á su encomienda de Saña, que la servía nuevamente el Capi-

tán Delgadillo por provisión de 1565 del Gobernador del

reino, Licenciado Lope García de Castro.

 

Don Rodrigo no solo regresó al Perú acompañado de su

esposa, sino también por sus hijas legítimas. Doña María

de Paz Soria, que heredó en segunda vida la encomienda de

Saña; y

 

Doña Céspedes de Paz Soria, á quien dejamos casada

 

con Don Lope Olmos de Ayala, y de ellos la dicha Doña

 

Beatriz Céspedes de Paz Olmos de Ayala, la segunda esposa

 

del Capitán Don Pedro Delgadillo, cuya sucesión continúa.

11

 

 

 

100 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

Doña María López de Ayala y Paz Céspedes de Soria,

que casó en Trujillo con su tío abuelo materno Donjuán de

Saavedra, nuevo encomendero de Saña, hermano carnal

lejítimo y entero del conquistador Rodrigo de Paz, y como

él, natural de Payo de Valencia en Ciudad Rodrigo. De ese

matrimonio nació en Saña Doña Bernarda de Saavedra;

casada allí con Don Bernardo López, natural del Corral de

Almaguer, en España; y de ellos nacieron en Saña el Dr.Don

Juan López de Saavedra, el 24 de Junio de 1613, eclesiás-

tico de notable instrucción y merecimientos. En su carrera

ascendió hasta la dignidad de Deán de la iglesia Catedral

de Trujillo. Fué comisario de la Inquisición; juez superinten-

dente de aguas nombrado por el Virrey Conde de la Mon-

clova. Invirtió fuertes sumas de su propio peculio en la

refección y mejora de la iglesia de Huanchaco y en la de San

José, en el camino de ese puerto á Trujillo. También fundó

algunas buenas memorias y fomentó el culto del Santí-

simo Sacramento. Formó y redactó el reglamento de aguas

de los valles de Virú, Chicama y Santa Catalina, en el

departamento de La Libertad, y falleció el 13 de Mayo de

1707, en olor de santidad. Su cadáver, á través de 200

años, se conserva incorrupto en la iglesia de Huancha-

co, donde se le guarda lleno de respetuosa veneración. Her-

manas carnales, lejítimas y enteras del santo don Juan, fue-

ron Doña Juana, casada con Don Carlos del Pozo Orbegoso,

de quienes nos ocuparemos más adelante. Doña Isabel Ló-

pez de Saavedra, natural de Saña, y allí casada con el doc-

tor Don Juan Carrasco del Saazy Soto Bermádez,natural de

Lima, cuya ascedencia es la siguiente:

 

 

 

LOS DEI. SAAZ FERNANDEZ DE TEJADA

 

 

 

El noble solar de Tejada y la Villa de Valdesera, son ca-

sas solariegas é infanzonadas, queson de nobles hijosdalgos,

y lo mismo que los Catanes y Valvaflores en Italia, porque

vienen de bueno y antiguo linaje y tienen grandes hereda-

mientos, de que habla la ley 12. Titulo 1*? p. 2^ Santo To-

más en su opúsculo Regimcne Prínciputn lib. III, cap. final,

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO ÍOl

 

 

 

habla de estos oficios, y de los infanzones dice: son los nobles

señores de algunas villas ó castillos, y como tales, los seño-

res ó diviseros de ellas han gozado y gozan del señorío co-

mo caballeros hijosdalgos que prueban lejítimamente des-

cender de estos lugares; y esta línea y descendencia se

comprueba por la información que de ella ha dado por línea

recta de varón el doctor Don José Carrasco del Saaz, Arce-

diano de Arequipa, á 20 de Abril de 1650, ante Martín

Martínez Alcalde Mayor de dicha villa y Juan Martínez

de Tejada escribano, y se le dio la posesión por sí y en nom-

bre de sus hijos el 22 de Abril del mismo año. Lo que en ella

prueba es lo siguiente:

 

 

 

Lope del Saaz, fué el primer caballero de esta familia y

solares de quien hay noticia. Vivió en la villa de Aljamil y en

Laguna de los Cameros, donde fué tenido y reputado por hi-

jodalgo notorio. No hay noticia de con quién se casó; sólo

la hay de que tuvo un hijo de su nombre, que se llamó:

 

 

 

II

 

 

 

Don Lope del Saaz, hijodalgo notorio, y casó con Jua.

na del Saaz, vecina de Aljamil, y de ellos nacieron:

 

 

 

III

 

Pedro del Saaz, por quien se continúa la sucesión^

 

Diego y Juan del Saaz.

 

Estos tres hermanos litigaron su ejecutoria de nobleza y

ganaron la Real carta de ella en la Real Chancillería de Va.

lladolid en 22 de Diciembre de 1518. Se pronunció en su fa-

vor la sentencia de vista, y la de revista en 2 de Juliode 1532

y en 13 de Julio del mismo año, se despachó ejecutoria en

forma, como todo consta de ella.

 

 

 

102 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

Pedro del Saaz, natural y vecino de la villa de Laguna

de los Cameros, casado con una señora Quyo nombre no he

alcanzado; y de ellos nació:

 

 

 

IV

 

Diego del Saaz, natural y vecino de la villa de la Lagu-

na de los Cameros y allí casado con Catalina Mínguez; y de

ellos:

 

 

 

Francisco del Saaz, natural de la Laguna de los Came-

ros, quien joven aun se avecindó en Trujillo de Extremadura,

en donde adquirió mucha hacienda y heredamientos. Fué re-

gidor 24 de su ilustre Ayuntamiento, y casó con Doña Isabel

Carrasco González, natural y vecina de dicho Trujillo, hija

lejítima del Dr. Gonzalo García Carrasco y de Doña Beatriz

González.

 

De ese matrimonio nacieron en Trujillo:

 

 

 

VI

 

El Dr. Don Francisco Carrasco del Saaz, por quien con-

tinúa la sucesión,

 

Don Luis del Saaz, que fué proveedor del ejército de las

Alpujarras por la ciudad de Trujillo, cuando la socorrió Don

Juan de Austria, y no dejó sucesión.

 

Don Diego del Saaz, regidor 24- del Ayuntamiento de Tru-

jillo, y allí casó con Doña María Ramírez, y de ellos nació:

 

Don Francisco Ramírez del Saaz, que sucedió en el ma-

• yorazgo de esta casa y en la venticuatría del Ayuntamiento

de Trujillo. Pasó á las Indias por oñcial real y factor de la

ciudad de Quito, en donde falleció sin dejar sucesión.

 

El Dr. Don Francisco Carrasco del Saaz, natural de Tru-

jillo de Extremadura, se^educó en la Real Universidad de Al-

calá de Henares, hasta recibirse de doctor en ambos dere-

chos. Fué nombrado oidor de la Real Audiencia de Panamá

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 103

 

en los reinos del Perú. Escribió varías obras, que algunas

se imprimieron, j entre ellas una interpretando y glosando

las leyes de Recopilación del Reino de Castilla: el trata-

do de Casibus Caria^ el Nobilus non torquendis y otras.

Casó el Dr. Don Francisco en Lima, C9n Doña Juana de So-

to, natural y vecina de esta ciudad, hija iejítima de Don

Juan Soto y de Doña Isabel Bermúdez, naturales de la ciu-

dad de Logroño en los reinos de España.

 

Del matrimonio anterior nacieron en Lima:

 

 

 

VII

 

 

 

El Dr. Don José Carrasco del Saaz y Soto Bermúdez, por

quien se continúa la sucesión.

 

El Dr. Donjuán Carrasco del Saaz, Canónigo doctoral

de la Santa Iglesia Catedral de Lima.

 

Don Fray Andrés Carrasco del Saaz de la orden de

San Francisco, que murió de prior y vicario provincial en

Panamá,

 

El R. P. M. Don Fray Francisco Carrasco del Saaz, lec-

tor de Artes y Teología y muy aventajado histólogo y predi-

cador de la orden de Santo Domingo, donde ocupó los más

altos puestos en la provincia del Perú, de la cual, el año

de 1651, fué provincial.

 

Doña Isabel Carrasco del Saaz, y

 

Doña Inés Carrasco del Saaz, que ambas casaron en el

Perú.

 

Doña María y Doña Mariana Carrasco del Saaz y Soto

Bermúdez, que ambas fueron monjas en Lima.

 

El Dr. Don José Carrasco del Saaz y Soto Bermúdez, na-

tural de Lima, siguió la carrera de las armas. Fué capitán

de caballos y corazas lijeras. Se avecindó en la ciudad de Sa-

ña, y allí casó con Doña Isabel de Saavedra, viuda y con hi-

jos de don Gaspar Escobar; hermana carnal, Iejítima y ente.

ra de Donjuán López de Saavedra, Deán de la Catedral de

Trujillo, y de Doña Juana López de Saavedra, esposa de Don

Carlos del Pozo y Orbegoso, y los tres hermanos, hijos lejíti-

mosi de Don Bernardo López del Corral, natural del Corral 


 

 

104 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

de Almoguer en España y de Doña Bernarda de Saavedra,

natural de la villa de Saña, de cuyos padres hemos hablado.

Del matrimonio anterior nacieron en Saña:

 

 

 

VIII

 

Donjuán Carrasco del Saazy López de Saavedra, que

continúa la sucesión.

Don José,

 

Don Diego, (progenitor de los Carrasco en Chile),

Don Gerónimo,

Don Fray Francisco,

 

El Ilustrísimo señor Don Fray Bernardo Carrasco del

Saaz y López de Savedra Soto Bermódez, natural de Saña,

de la orden de Predicadores, en la que fué provincial

de Lima. El Rey Don Carlos II lo presentó á Su Santidad

para Obispo de Santiago de Chile en 1679. Su Ilustrísima

terminó la fábrica de la Catedral de Santiago, ayuda-

do con las limosnas de los vecinos y con los dos novenos

reales que para tal fin le cedió el Rey, de los bienes ecle-

siásticos del reino de Chile. Tocóle, pues, la dicha de con-

sagrar esa iglesia y pasó á la de La Paz en 1694, donde acá-

bó sus días en 1697.

 

Doña Ana Carrasco del Saaz Soto Bermádez y Arias de

Saavedra,

 

Doña Isabel Carrasco del Saaz, Soto Bermudez y Arias

de Saavedra.

 

Viudo el Doctor Don José Carrasco del Saaz y Soto Ber-

mudez se ordenó de misa y en 1561 ascendió á Arcediano

de Arequipa. Pasó á España á tomar posesión del maj^oraz-

go de su ilustre casa, de la gran casa que fué del célebre ca-

pitán español Sancho Fernández de Tejada, señor de los

montes Candines y de Valdeosera, para lo que tuvo Don Jo-

sé que producir información de su ñlación y nobleza genero-

sa, y con ella probar ser el único varón primogénito de

la casa de Tejada; y los oidores, vista la justicia que lé

asistía, resolvieron en 1651 se pusiese á Don José en tran-

quila posesión de esos may^orazgos: quien previos los arre-'

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO JOS

 

glos indispensables para constituir apoderados que le admi-

nistrasen las rentas del mayorazgo, tornó de nuevo al vi-

rreinato del Perú, en donde á poco de su llegada, se le pro-

movió á la dignidad de maestre escuela de la ciudad de

la Plata (Charcas). Sirvió asimismo los empleos de Comi-

sario Apostólico, Sub-delegado general de la Santa Cruzada

y gradualmente fué ascendiendo á todas las dignidades de

la Iglesia, hasta la de Deán del Coro de la Plata; y murió en

1778.

 

Su hijo lejítimo, el Iltmo. Rv. Sr. Dr. D. Fray Bernardo

Carrasco del Saaz y López de Saavedra, de la orden de Pre-

dicadores, ocupó los mayores puestos, hasta el de Provin.

cial de su religión. Fué preconizado obispo de Santiago de

Chile, y de allí fué ascendido al de La Paz (Bolivia), en don-

de falleció en 1697 aclamado por otro Santo Tomás de Vi-

llanueva por sus largas limosnas: varón perfecto por su vida

ejemplar y penitente y venerado como obispo déla primitiva

Iglesia, por el celo grande del bien espiritual de sus ovejas.

Su hermano lejítimo y entero, el Dr. D. Diego José del Saaz

Carrasco y Lópe2 de Síiavedra, obtuvo por oposición la ca-

nogía Penitenciaria de la Santa Iglesia déla Plata. Fué gran

teólogo y eminente orador: imprimió dos libros de sermones

varios y de discursos morales sobre las dos historias de Josué

y de David, que corrieron con gran aprobación en la corte de

Madrid y en todo el virreinato del Perú. En 1699 fué digni-

dad de Tesorero de dicha iglesia de la Plata y comisario ge-

neral de la Santa Cruzada. Y por el gran celo con que se

aplicó á la recaudación de la Real hacienda y aumento de la

Santa Bula, le hizo el Rey la merced sin ejemplar, á propues-

ta del Consejo de Indias, de dos mil pesos de ayuda de

costas; y salió decreto para que los señores de la Cámara

lo tuviesen presente para proponerlo en las mayores digni-

dades que vacaren en los reinos del Perú.

 

El Maestre de campo Don José Carrasco del Saaz y Ló-

pez de Saavedra, pasó á los reinos de España, en compañía

del señor Deán Dr. D. Francisco, su padre lejítimo. Tomó

posesión en la ciudad de Trujillo de Extremadura de la ven-

ticuatría hereditaria que sus mayores poseyeron en ese

Ayuntamiento, y que vinculó á su casa su tío abuelo Don

 

 

 

106 REVISTA HISTÓRICA

 

Diego del Saaz, y de los mayorazgos que fundó Doña Isabel

González su visabuela. Sirvió en el principado de Cataluña»

en el sitio de Barcelona, en el puesto de Capitán de infante,

ría. Concluídfí esa guerra regresó al Pero con cédula

de recomendación para los señores virreyes, quienes le

honraron con el corregimiento de las fronteras de Tomina.

Pasó al reino de Chile, cuando su hermano Don fray Bernar-

do servia el obispado de Santiago; fué maestre de cam-

po de sus ejércitos, y dejó allí ilustre prole.

 

El Maestre de campo Don Juan Carrasco del Saaz y Ló.

pez de Saavedra, sirvió á S. M. de corregidor y justicia ma-

yor de dichas fronteras de Tomina, y se ejercitó en varios

oficios de la República, acudiendo con sus buenos y virtuo-

sos procedimientos á las obligaciones de su nobleza genero-

sa. Casó en la ciudad de Lima de primer matrimonio con Do.

ña Ana María de Salas y Ley va, hija lejítima de don José

de Salas y Ley va y de doña Inés de Soto Bermúdez, señora

de las principales familias de Lima. De ese primer matrimo-

nio nacieron en Lima dos hijas, que fallecieron de religiosas

profesas en el monasterio de la Concepción de esta ciudad; y

 

 

 

IX

 

Doña Gregoria Carrasco del Saaz I^pez de Saavedra y

Salas Soto de Bermádez, casada con el Capitán Don Juan

de Saavedra Cabero, natural de Saña, hijo del Dr. Don To-

más Cabero de Francia y Toledo Pancorbo Esquibel y Ortiz

de Bracamonte, natural de Trujillo, hermano carnal, lejíti-

mo y entero del ilustrísimo señor Dr. D. Juan Cabero de To-

ledo de la orden de Calatrava, Obispo de Santa Cruz de la

Sierra y de Arequipa. Estudió el Obispo en el colegio de San

Martín de Lima; fué catedrático de Artes y Teología y de pri-

ma de escritura. Rector de la Universidad de San Marcos en

1712, 1713 y 1714 y del colegio de Santo Toribio; prebenda-

do, canónigo magistral y maestre de escuela del coro de esta

iglesia. Nombrósele Obispo de Santa Cruz de Sierra por el Rey

Felipe V y fué consagradoen Arequipa por el Obispo Don Juan

Otárola. Llevó á su diócesis á los padres de la Compañía

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 107

 

 

 

costeándoles el viaje, y les encomendó la instrucción de la

juventud. Se le promovió al obispado de Arequipa por Real

cédula de 20 de Marzo de 1725, y tomó posesión de él en 30

de Setiembre de 1726. Distribuyó muchas limosnas, y con

preferencia se ocupó de visitar las provincias. Hizo la pila

de bronce de la plaza de Arequipa, que se terminó y estrenó

el 20 de Octubre de 1735, y la cañería de piedra que se colo-

có desde Miraflores. Mejoró algunas calles, puso un muro

de piedra en el baluarte que une el puente con la ciudad y

dirijió otras obras públicas y de ornato por encargo del Vi-

rrey Marqués de Villa García. Al oriente de la iglesia Cate-

dral edificó en 1736 un templo denominado de San Juan, pa-

ra el Santísimo Sacramento, donde los curas ejercitasen las

funciones parroquiales; su puerta principal está á la plaza y

tiene una vistosa torre. Le fabricó sacristía v baustisterio, en

que puso una fuente de piedra berenguela^ dos restablos y el

pulpito; también compró valiosas alhajas para la imagen

de la Virgen, en cuyas obras y objetos invirtió cuantiosas

sumas. Gastó como veinte mil pesos en unas andas para la

Virgen de la Catedral, en las que se emplearon dos mil mar-

cos de plata. Hizo traer de Cochabamba un nuevo altar

maj'or dorado, cu3'o costo pasó de treinta mil pesos. Tam-

bién fabricó la sillería de cedro del coro, con sus elegantes

tallados, estimada en ocho mil pesos; la sacristía con visto

sos arcos y media naranja, el coro alto, y una campana con

peso de muchos quintales. Dotó con un capital de diez mil

pesos, las fiestas y sermones del octavario de la Asunción.

Así mismo dotó tres capellanías de coro con el principal de

cinco mil pesos cada una; y en la Compañía de Jesús con cua-

tro mil pesos la fiesta de San Francisco Javier. A sus expen.

sas se hicieron otras obras en diferentes templos y tres salas

de cal y canto en el hospital de San Juan de Dios. Mandó po-

ner expedita la obra pía establecida en favor de las mujeres

recogidas y la socorrió con limosnas. Siguió y venció el rui-

doso pleito que hubo con los vecinos de Moquegua, sobre si

se había de fundar allí ó en Arequipa el convento de Santa

Rosa, cuyo edificio dejó trazado. Legó diez mil pesos para

que con su producto se distribuyesen limosnas á los pobres

y falleció el 20 de Marzo de 1741, habiendo consumido las

 

12

 

 

 

108 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

rentas de sus obispados y su gran patrimonio, que no baja-

ba de 200,000 pesos fuertes, en los objetos que van puntuali-

zados. Los restos de este ilustre prelado se hallan en la Igle-

sia de San Juan, en que él mismo preparó su sepulcro, (como

los de sus ilustres progenitores se hallan en la de San Juan

de Zaragoza en España, en donde están las banderas y pen-

dones que los de esta familia ganaron en la conquista de

Hspaña).

 

Existe su retrato en una sala de la Universidad de Lima.

El que había en Arequipa, pereció el 1*^ de Diciembre de 1844

día en que se incendió la Catedral de dicha ciudad. Hermano

de su ilustrísima y del Dr. D. Tomás, fué el caballero de Ca-

latrava D. Bartolomé Cabero, de quien nos hemos ocupado,

y todos ellos, naturales de Trujillo, fueron hijos lejftimos

del Maestre de campo D. Alvaro Cabero de Francia, del or-

den de Santiago, Corregidor de Trujillo y Saña, y de Doña

Úrsula de Toledo Esquivel Pancorbo y Ortizde Bracamonte.

 

Del matrimonio de doña Gregoria Carrasco con Don

Juan Saavedra Cabero, nacieron en Saña:

 

 

 

Doña Tomasa Cabero y Carrasco del Saaz López de

Saavedra, por quien se continúa la sucesión;

 

El padre jesuíta don Tomás Cabero y Carrasco.

 

Viudo Donjuán Carrasco y López de Saavedra de Doña

Ana María de Salas, pasó á segundas nupcias con Doña

María de Iñíguez y Góngora; y de ellos nacieron en 6aña:

Sor María, religiosa profesa en el monasterio de Agustinas

dclcazas de Lima;

 

Doña Tomasa Cabero y Carrasco del Saaz, casó en Sa-

ña con Don Matías Ripalda, y de ellos:

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 109

XI

 

 

 

Don Francisco Ripalda Cabero, de quien nos ocupare-

mos más adelante.

 

Doña Antonia Ripalda Cabero, natural y vecina de Sa-

ña y allí casada con don Manuel Villodas; y de ellos:

 

 

 

XII

 

 

 

Doña Ana María de Villodas y Ripalda Cabero, casada

con Don Antonio Ramón Peramás, padres que fueron de:

 

 

 

XIII

 

 

 

Doña Tomasa Peramás, Villodas Cabero de Francia

López de Saavedra, Carrasco del Saaz y Soto Bermúdez,

casada con Don Manuel López Osaba de Salcedo.

 

Del matrimonio anterior nacieron:

 

 

 

XIV

 

 

 

Don Bernardino Salcedo y Peramás Ripalda Cabero, 4

casado con Üoña María del Carmen Taforó y Zamora, de

quienes después se dirá.

 

Don Manuel Salcedo y Peramás Ripalda Cabero, casa-

do con Doña Josefa Ruíz.

 

Del matrimonio anterior nacieron;

 

 

 

XV

 

 

 

Don Guillermo Salcedo y Ruíz.

Don Manuel Salcedo y Ruíz.

 

 

 

lio REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

Don Ricardo Salcedo y Ruíz, natural de Lamba^'eque,

notable industrial y capitalista peruano, casado con Doña

Isabel Olivares y Camino, hermana carnal, lejítima y ente-

ra del Dr. Don Salvador Olivares, médico y cirujano de

las Universidades de París y Lima, y ambos hermanos, hijos

lejítimos del ciudadano español Don Salvador de Olivares

y de Doña Isabel Camino Godoy, vecina de Lamba\''eque.

 

Del matrimonio anterior nacieron:

 

 

 

XVI

 

 

 

Doña María Isabel Salcedo y Olivares, y

Doña Ana Rosa Salcedo y Olivares.

 

 

 

XV

 

Don Enrique Salcedo y Ruíz,

 

Don Carlos Salcedo y Ruíz,

 

Don Augusto Salcedo 3' Ruíz,

 

Don Eliseo Salcedo y Ruíz,

 

Doña María del Pilar Salcedo y Ruíz (monja en Belén)

 

Doña Beatriz Salcedo 3'' Ruíz,

 

Doña Isabel W. Salcedo v Ruíz.

 

 

 

XIV

 

Don Bernardino Salcedo y Peramñs Carrasco del Saaz

Cabero Saavedra, casó con Doña María del Carmen Taforó

y Zamora, hermana carnal lejítima y entera de Don Fran-

cisco de Paula Taforó, ilustre sacerdote, orador y escritor

sagrado y servidor público, nacido en Valparaíso en 1S17

en el seno de su ilustre familia. (*)

 

 

 

(•). — La familia Taforó reconoce por cepa y tronco á Doña María An-

tonia Taforó, natural de la ciudad italiana de Velletri, casada en Lima con

DííH Juan Rodrí^^uezde Ballesteros, Regentede la Audiencia de Chile en 1811,

y de ellos fué hija Doña María Rodríguez de Ballesteros y Taforó; casó

con Den José Mfiría Fernández Balmaceda, y de ellos el Presidente de Chi-

le José Manuel Balmaceda, y el Ministro de Chile en d Perú Don Rafael Bal-

maceda V Fernández.

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 111

 

 

 

Del matrimonio de Don Bernardino de Salcedo Peramás

con Doña María del Carmen Taforó, nacieron en Lambaye-

que:

 

 

 

XV

 

Don Bernardino Salcedo y Taforó, casado en Lambaye-

qae con su sobrina carnal Doña Laura Pastor Sevilla Soto

Soraluce y Taforó Zamora, y de ellos nacieron en aquella

ciudad:

 

Doña Ana María,

 

Don Bernardino Salcedo Pastor

 

Doña Laura Rosa,

 

Doña Angélica,

 

Don Alfredo Salcedo Pastor

 

Don Augusto Salcedo Pastor

 

Doña Albertina Salcedo Pastor

 

Todos s alteros en 1905.

 

Doña Laura tuvo á los siguientes hermanos de padre

solamente: á Doña Tomasa Pastor Sevilla, soltera; á Doña

Mariana, casada con Juan Clark; á Doña Angélica y Doña

Julia Pastor.

 

Dona Angela Salcedo y Taforó, natural de Lambayeque

casada en primeras nupcias con Don Ignacio Romero y en

segundas nupcias con Don Alejandro J. Puente.

 

 

 

XVI

 

Del matrimonio de Doña Angela con Don Ignacio na-

cieron:

 

Doña Irene Romero.

 

El Doctor Eleodoro Romero Salcedo, Senador por Ama-

zonas, ex-Ministro de Justicia, Catedrático de la Universi-

dad de San Marcos, casado en Lima con Doña Hortensia

López de Romana, hija lejítima de Don Eduardo López de

Romana, ex-Presidente del Perú y de la señora Josefa Cas-

t resana.

 

Don Eulogio Romero y Salcedo, ex-Ministro de Gobier-

 

 

 

112 REVISTA HISTÓRICA

 

 

 

no, casado con Doña Sofía Rojas, recién fallecida, hija lejíti-

ma de Don Guillermo Rojas.

 

 

 

« *

 

 

 

Del segundo matrimonio de Doña Angela con Don Ale-

jandro J. Puente, nacieron:

 

 

 

XVI

 

 

 

El Doctor Don Alejandro N. Puente y Salcedo, casado

en Lima con Doña Mercedes Ayulo Mendívil.

 

Doña Angélica Puente y Salcedo, casada con Don

Manuel Irigoyen Canseco, hijo lejítimo de Don Manuel Iri-

goyen, Senador por el departamento de Junín, ex-Ministro-

de Relaciones Exteriores, que casó con Doña Mercedes Diez

Canseco, hija de Don Pedro Diez Canseco, Presidente que fué

del Perú, hermana . de Doña Francisca Canseco, viuda del

Gran Mariscal Don Ramón Castilla:

 

 

 

XV

 

 

 

Doña Tomasa Salcedo y Taforó, natural de Lamba-

yeque, y allí casada con el doctor Don Belisario Piedra

natural del Ecuador, médico hemeópata, vecino de Li-

ma; de ese matrimonio nacieron seis hijos;

 

Don Belisario,

 

Don Alfredo,

 

Don César

 

Don Bernardino, Leónidas y Leonor, muertos á su nia-

vor edad.

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 113

 

 

 

XY

 

 

 

Doña María del Carmen Salcedo y Taforó, natural de

La'mbayeque, y allí casada con Don Nicanor Leguía y Haro

natural de la misma ciudad « hijo lejítimo de Don José Le-

guía, y descendiente de Don Eutaquio de Leguía, fiel de al-

macenes de las Rentas del Tabaco, Naipes y Papel sellado en

Lambayeque (1784) (*). Del matrimonio anterior nacieron

en Lambayeque.

 

 

 

XYI

 

Don Nicanor Leguía Salcedo;

Don Carlos Leguía y Salcedo.

 

Don Augusto B. Leguía y Salcedo, actual Presidente del

Consejo de Ministros, Ministro de Hacienda y Comercio,

casó con doña Julia Swayne, hija lejítinia de Doña Virginia

Mariátegui y de Don Enrique Swayne.

 

Don Roberto Leguía y Salcedo.

 

Doña Victoria Leguía y Salcedo.

 

Doña María Teresa Leguía y Salcedo.

 

Don Eduardo Leguía y Salcedo.

 

 

 

(•). — Hermano carnal lejítimo del señor D. Nicanor, fué de Dr. D. Ger-

mán Leguía^ Haro muerto siendo vocal de la Corte de Piura-1899-casa-

do en primeras nupcias con Doña Mercedes Martínez y Leguía, hija de Don

Martín Martínez y de Doña Eustaquia Leguía Haro; y de ellos hijo único el

Dr. D. Germán Leguía y Martínez notable educacionista, actual Prefecto

de Piura, casado con Doña Francisca Iturregui y Martínez Leguía, con su-

cesión .

 

En segundas nupcias casó el doctor Don Germán Leguía y Haro, con

Doña Ignacia Vargas Machuca y de ellos nacieron:

 

Doña Águeda Leguía Machuca, casada con Don Agustín Cúneo Guía,

hijo lejítimo de Don Simón Cúneo, natural de la isla de Córcega y de Doña

Juana Guía y Astete Zarate, que también fueron padres de Don Francisco

etc. y de Doña Carmen Salazar y García; y de ellos nacieron;

 

Francisco Cúneo Salazar casado con Doña Clara Lecca y Arbulú Bue-

naño y Delgado y Soto Soraluce; D. A^stín; D. Salvador; t). Juan, Doña

Eva; b. Eduardo; D. Alberto; D. Federico; Doña Carmen Rosa; Doña Ma-

ría Eugenia y Doña Cristina Cuneo y Guía, solteros.

 

Don Manuel E. Leguía Vargas Machuca, agricultor del departamento

' de la Libertad.

 

 

 

114 REYISTA HISTÓRICA

 

 

 

XV

 

 

 

Doña Josefa Nicolasa Salcedo y Taforó, natural deLani-

bayeque y allí casada con Don Antonio Pastor Sevilla, y de

ellos:

 

 

 

XVI

 

 

 

Doña Laura Pastor y Salcedo, á quien dejamos casada

con Don Bernardino Salcedo v Taforó, con sucesión.

 

 

 

XV

 

Don José María Salcedo y Nieto, hermano de padre vle

Don Bernardino Salcedo v Taforó. Casó con Doña Zoila Se-

minario 3' Vásquez, hermana carnal, lejítima y entera de Do-

ña Angela Seminario y Vásqucz, lejítima esposa de Don Pa-

Pablo Odar, natural de Olmos, hijo lejítimo de Don Manuel

Cipriano Odar y de Doña Gregoria Cornejo; 3' de ellos Don

blo, Don Próspero, el doctor Don Luis, 3^ Doña Elvira Odar

Seminario; y ambas hermanas, Zoila y Angela, hijas lejíti-

mas de Don Rafael Seminario 3' de Doña Carmen Vásquez, 3'

todos naturales de Motupe.

 

Del matrimonio anterior nacieron:

 

 

 

XVI

 

 

 

Doña Zoila Rosa Salcedo v Seminario,

Doña Rosa Amelia Salcedo 3* Seminario,

Doña Felicia Salcedo 3' Seminario, esposa de Don Juan

(íamero, hijo lejítimo de Don José Sebastián Gamero.

Don Carlos Salcedo v Seminario,

Don Osear, muerto en Lima,

 

 

 

EL CAPITÁN JUAN DBLGADILLO 115

 

Doña Julia Salcedo y Seminario,

Don José María Salcedo y Seminario,

Doña Elisa Salcedo y Seminario,

Don Rodolfo Salcedo y Seminario,

Don Julio Salcedo y Seminario,

Don Teodoro Raúl Salcedo y Seminario.

 

 

 

XV

 

 

 

Doña Mercedes Salcedo y Nieto, casó con Don Enrique

Bérninzon y de ellos:

 

 

 

XVI

 

Doña Mercedes Bérninzon Salcedo, casada con Don Bar.

tolomé Ríos.

 

Don Enrique Bérninzon Salcedo, casado con doña Car-

men Rosa Arancibia y Lastres, natural de Lima, hija lejí-

tima del ingeniero Don Felipe Arancibia y de doña Rosaura

Lastres, con sucesión.

 

« «

 

 

 

Tal es la descendencia hasta nuestros días del ilustre doc-

tor Don Francisco Carbajal del Saaz de Tejada, que trae su

origen y ascendencia de varón en varón y de lejítimos ma-

trimonios de Don Sancho Fernández de Tejada, Maestro de

campo general que fué del Rey Don Ramiro I de León por el

año de 844, siendo esta familia derivada de los reyes

godos, y los de ella se hallaron en la milagrosa y decan-

tada victoria de Clavijo, que ganó Don Ramiro á los mo-

tos, de cuyo católico ejército era caudillo Don Sancho,

sangre del mismo rey á quien S. M.eii pago de sus servicios,

dio la alcaldía de los castillos de Clavijo y Vixera que ha-

bía gaaado, y con elseñorío de los Montes Cardinas, que

 

después tomaron el nombre de Tejada, con el señorío del

13

 

 

 

116 KEVfSTA HISTÓRICA

 

 

 

monte de Valdeosera, que es el solar propio de esta familia

de Tejada, en el cual tenían jurisdicción civil y criminal,

horca y cuchillo, mero y misto imperio y término redondo,

alcalde mayor, teniente procurador fiscal, alcalde ordinario,

alguacil mayor y diputados. Son caballeros nobles sin con-

tradicción alguna, de los de devengar quinientos sueldos al

fuero de España, donde están emparentados con las casas

más principales y de más conocida nobleza y antigüedad, y

han servido al Rey en empleos honoríficos, dándole ellos

la cuenta correspondiente á sus distinguidas obligacio-

nes, como entre otras casas la de los Excmos. marqueses de

Toral de León, duques de Medina de las Torres, marqueses

de Monte Alegre, duques de Nájera, Grandes de España de

primera clase, por haber casado la hija de Don Fernando Mi-

guel Tejada con Don Beltrán de Guevara, hermano del

Conde de Oñate, Grande de España de primera clase,

habiendo sido varones ilustres de la casa de Tejada,

Don Manuel de Tejada y Guzmán, que fué del Consejo de su

Magestad y Presidente de la Real Casa de la Contratación

de Sevilla; Don Lizón de Tejada del Consejo de S. M., Alcalde

que fué de los hijos-dalgo en la Real Chancillería de Vallado-

lid que en 1543 el Emperador Carlos V lo mandó al

Perú de oidor de la Real Audiencia de los reyes á pacificar los

disturbios que se ofrecieron en este reino, siendo Virrey

Blasco Núñez de Vela, en cuya ocasión obró singulares

hechos en servicio de la Corona. Este oidor era primo

hermano de Don Pedro González de Tejada y abuelo de

los Tejada que nos ocupan y pasaron al Perfi; eV licen-

ciado Don Francisco de Tejada y Guzmán, Alcalde mayor de

corte de Navarra y después oidor del Consejo de S. M., Presi-

dente de la Real Casa de Contratación de Sevilla; visitador

del Real Consejo Supremo de Castilla; el licenciado Don Juan

de Tejada, consejero de estado de los reyes Don Feli-

pe II y Don Felipe III; el Ilustrísimo señor don Felipe de

Tejada,Obispo de Mallorca; Don Alonso López de Tejada de

la orden de Santiago, embajador en Portugal del Rey Don

Juan I de Castilla; Don Juan González de Tejada, señor de

Cevicos, canciller del rey Don Fernando V de Aragón el **Ca-

tólico;**Don Antonio de Tejada señor de la casa de Tejada;

 

EL CAPITÁN JUAN DELGADILLO 117

 

Don Francisco B. Parga, natural de Madrid, Arzobispo de

Santo ^Domingo; Don Francisco de Tejada, consejero de Cas-

tilla; Don Pedro Fernández de Tejada, que sirvió al rey en

las guerras de Granada y besó en Santarem con los demás

ricos -homes la mano del Rey Don Fernando V, Don

Alonso y Don Juan de Tejada, capitanes al servicio del

emperador Carlos V; Don Fernando de Tejada, concejero de

guerra, todos los cuales fueron hijos y descendientes, igual

mente, que don Pedro González de Tejada y don Fernando

Carrazcodel Saaz, de la casa de Sancho Fernández de Tejada

como consta por el árbol geneológico de esta familia y por

una certificación de linaje y armas, expedida por Don Alon-

so de Guerra Sandoval, caballero de la orden de Santiago,

cronista y rey de armas del Rey Don Fernando VI, su fecha

en Madrid á 19 de Agosto de 1746 y comprobada por Don

Juan Manuel Miñón, Don Manuel José Odón y Don Tomás

Nicolás Magunto y refrendado por Don Francisco Verdu-

go, secretario del rey y propietario del ayuntamiento de

Madrid y sellada con el sello de sus armas; y por esa certifi-

cación consta que Don Pedro González de Tejada fué primo

hermano carnal de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo,

quien habiéndose perdido en la Gorgona, jurisdicción del ar-

zobispado de Lima, el navio que condujo á este reino el di-

cho Don Pedro González de Tejada, en ocasión en que el

santo hacía la visita de la arquidiócesis, lo reconoció, se lo

llevó consigo y le solicitó el corregimiento de la villa de Ota-

valo y la administración de sus obrajes en el reino de Qui-

to. En otro lugar nos ocuparemos de los descendientes de

Don Pedro González de Tejada, cuando se escriba la historia

de los marqueses de Bellavista en el Perú.

 

Marco Aurelio Cabero.

Bten, Marzo de 1907.

 

 

 

 

 

 

 

Canjes y correspondencia dir^anse al Director

de la REVISTA HISTÓRICA, sefior C. A. Romero,

Apartado de Correos número 655.

 

Lugar de venta y suscripción: LIBRERÍA

FRANCESA, Unión 632 -Lima.