domingo, 8 de mayo de 2022

Compendio de Historia económica del Perú. Sancarranco, Lurifico, Manuel Salcedo Peramás

  

Compendio de Historia económica del Perú

Tomo 4: Economía de la Primera Centuria Independiente

http://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/libros/historia/4-economia-de-la-primera-centuria-independiente.pdf

 

 
Hacienda La viña de Sancarranco 


Folio 93  Capitulo: Tierras, mercados y poder:

el sector agrario en la primera centuria republicana

Fernando Armas Asín

 

Folio 106

Haciendas Lancarranco y La viña

Tal fue el caso de la hacienda de Lancaranco y la viña de Jayanca, pertenecientes al cesado

Convento de San Agustín de Zaña: el censo de 1.200 pesos de principal dejó de ser abonado por el dueño, el hacendado Manuel Salcedo.

 

 
Hacienda Lurifico 


Folio 107, 108

De esta manera, el Estado recibió 1.119,4 pesos de renta anual. En los años siguientes, los enfiteutas de haciendas buscaron y obtuvieron la desvinculación, como ocurrió con el coronel Jacinto Rázuri quien, en 1843, compró en cuatro mil pesos la hacienda Lurifico, la cual había sido usufructuada por los herederos de Antonio de los Santos diez años atrás. También compró las haciendas El Molino, El Tambo y Semán, de las cuales era igualmente enfiteuta. Ya antes,

algunos de ellos consiguieron un mejor partido gracias a la impericia o poco interés del Estado en el manejo efectivo de estos recursos, como sucedió con la hacienda La Calera, la cual obtuvo de manera temprana una revisión de linderos que le concedió rentas de diversas parcelas en arrendamiento que antes habían sido manejadas por el convento. Posteriormente, en 1842, su enfiteuta obtuvo la redención de esta hacienda y de la de Jesús, que conducía.

La voracidad de los beneficiados se presentó igualmente con las tierras de posesión directa del convento, las cuales fueron vendidas por el Estado y pasaron a manos de los mismos propietarios, militares, funcionarios y demás acreedores del Gobierno. El general José María Plaza consiguió el segundo claustro del viejo convento, que se convirtió en su vivienda; y, además, controló las haciendas de Toya y Mari-Núñez, así como otros terrenos en San José, anteriormente propiedad del convento, los cuales le fueron adjudicados en 1829 en pago

por sueldos atrasados. Incluso se habían vendido tierras y casas del convento para amortizar la deuda a este oficial. Igualmente, varias casas y terrenos de un lado del pueblo de Guadalupe ya no pagaban al fisco, pues Plaza había “metido en sus linderos la hacienda referida hasta el centro de la población así como hasta la huerta del convento”. No fue el único caso. En 1827, el coronel Domingo Tierrasmercados y poder | 109

Casanova, igualmente por deudas, logró que se le adjudicara la hacienda Limón Carro, anteriormente en manos de Josefa de Morales. Luego, José Colens recibió en adjudicación la hacienda Charcape, anteriormente en poder de la señora de Balarezo.

 

Como puede verse, se dieron muchos traspasos en virtud de la ley de reforma

militar del 12 de diciembre de 1829, la cual había ordenado el pago a los

jefes militares, con bienes nacionales y con cédulas de reforma —bonos de deuda interna especialmente creados— por adeudos de todo tipo que se tuviera con ellos. En otras provincias, la transferencia de bienes a particulares siguió un patrón análogo.

 

Folio 121

en Jequetepeque, con la hacienda Lurifico, inicialmente del convento de San Agustín, bajo conducción del enfiteuta del período colonial tardío, Manuel Antonio de los Santos, quien vendió su dominio útil al coronel Santiago Rázuri, quien adquirió el dominio total en 1839 para venderla al coronel José Balta en 1866, en una transacción que ascendió a 150 mil pesos por sus 250 fanegadas; entonces, se cultivaba básicamente algodón y Balta realizó algunas mejoras en la infraestructura. En 1871, vendió la hacienda en 300 mil soles a Enrique Meiggs, quien con el siguiente propietario Federico Fort —quien compró el predio en 1874— introdujo maquinaria a vapor, abonos y métodos agrícolas modernos de conducción en una hacienda que, desde entonces, se volcó definitivamente a la producción azucarera. Además, expandió sus linderos con la compra de tierras de pequeños propietarios vecinos y de las haciendas El Tambo y El Molino de Casimiro Rázuri. Como Meiggs construía por entonces el ferrocarril con salida al puerto de Pacasmayo, se sentaron las bases para una modernización del valle alrededor de la producción y exportación azucarera. Detrás de Federico Fort, no lo olvidemos, se encontraba la Casa Dreyfus y sus inversiones en el Perú.11

Folio 122 - 123

En Ica, destaca el caso emblemático de Domingo Elías, quien se apropió o

alquiló haciendas de terceros para dedicarlas a este cultivo. O el caso de la familia

Aspíllaga que, además de Cayaltí, poseía la hacienda Palto de Pisco, que en el

siglo XVIII había sido de propiedad de Rafael Salazar y Traslaniña, y que luego

pasó a manos de Federico Torrico quien, endeudado, la vendió en 1867. Al igual

que otras haciendas del valle, esta empezó a cultivar algodón junto con otros

productos tradicionales, por el sistema de aparcería o yanaconaje. Entre las haciendas

se encontraban Cáucato, de Manuel Montero; Manrique, de Del Solar;

Zárate, de Panizo; o Chongos, de Juan J. Pinillos, todos recién llegados al valle.

 

Nuevamente, el proceso estuvo acompañado por el financiamiento bancario, la compra de tierras por la nueva élite o la inversión de capitales por parte de algunos antiguos propietarios. Como ocurrió con la hacienda Talambo, comprada por el hacendado Manuel Salcedo Peramás en 1851, propiedad que aumentó sus tierras de 1.400 a 2.200 fanegadas en la primera parte del siglo XIX. El algodón

11. B urga 1976: 165-201, Reyes 1984: 44-74, Kapsoli 1984: 75-102.

era sembrado por el sistema de yanaconaje, a pesar del intento de modernizar la organización productiva a través de inmigrantes vascos. El sistema de yanaconaje era más barato y de fácil rentabilidad.12

 

 

http://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/libros/historia/4-economia-de-la-primera-centuria-independiente.pdf

 

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